Jorge Varela
Estado de fractura
Heridas que siguen abiertas

A cincuenta años del quiebre democrático en Chile no se percibe ese clima de paz y concordia social que debiera poner término al dolor que habita en el espíritu de muchos hermanos que vivieron los horrores de un período trágico, cuyos efectos y secuelas se han extendido a las generaciones más jóvenes, impidiéndoles liberarse de una carga de culpas ajenas y legítimos sentimientos causados por hechos atribuibles a quienes les antecedieron en el trayecto de la vida y de la acción pública.
Existe un estado de fractura gigante (*)
Lo que ocurrió no era justificable y “era evitable” ha escrito la hermana de un sociólogo marxista asesinado por la policía de la época. (Javiera Parada, “Memoria, democracia y futuro”, La Tercera, 10 de julio de 2023) La realidad-verdad, -pese a que se diga lo contrario-, indica algo distinto: el derrumbe democrático en el país austral fue inevitable.
La clase política y las elites de ese momento no fueron inocentes de lo que ocurría, ni estaban en situación de alegar completa prescindencia, tampoco podían reclamar absoluta pureza. Unos más, otros menos, todos tuvimos nuestra cuota de responsabilidad, incluso los que fuimos partidarios de un camino diferente. Esa parte trágica de nuestra historia fue escrita entre todos: puros e impuros, limpios y contaminados, rectos y torcidos, honestos y deshonestos intelectuales. Todos.
Para saber y contar
Por eso, el enfoque analítico se ha puesto en el rol de los partidos políticos y la incidencia de éstos en la denominada crisis moral de la República, temática recurrente pero no obsoleta. De modo sucinto se expondrá el siguiente trayecto: el proyecto comunista, el radicalismo de izquierda, el extravío socialista, la desacralización demócrata-cristiana, la irracionalidad de las derechas. Aquí empieza:
El proyecto comunista
Desgraciadamente esta tragedia de origen social-ancestral, cultural, moral, e ideológico-dogmático no cesará. El afán por reducir todo argumento al ámbito de la injusticia económica ha sido y es una reducción sesgada que deriva de las dimensiones y raíces anteriores.
Pero, ¿por qué el pasado no pasa y se ha convertido en único y fatal destino?
A juicio del Partido Comunista, la Unidad Popular “es un proyecto inconcluso, pero no derrotado”. Su secretario general, Lautaro Carmona, lo dijo con claridad: “sabemos muy bien que la historia no se repite. Pero algo muy distinto es pretender sepultar los proyectos históricos de clase y populares”.
Hacia el futuro los camaradas de Teillier, Carmona, Jadue y Vallejos, persistirán en su propósito-obsesión-necesidad de “levantar el proyecto popular”, ya que según Lautaro Carmona: ”en diversas partes del mundo al legado de Allende y del pueblo se le reconoce como un asunto de futuro, no de pasado”. (discurso en el 111º aniversario de la colectividad, diario “El Siglo”, 4 de junio de 2023) La pregunta es: ¿dónde será o estará dicho futuro? ¿En Nicaragua, en Cuba, en Venezuela, en Corea del Norte?
Seamos serios: cuánto exceso de sectarismo y distorsión estratégica anida en el comportamiento de quienes han utilizado mil veces al pueblo como escudo protector de su ideología totalitaria. Entonces, ¿con qué derecho hablan de pueblo o de proyecto popular? ¿Hasta cuándo?
El radicalismo de izquierda
Durante el trienio 70-73, grupos radicales como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Mir) y el Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), -de los que sobreviven varios intelectuales orgánicos-, se propusieron encender el fuego fratricida que incendiaría el sistema democrático catalogado de burgués y reaccionario, en nombre de una utopía desprovista de todo realismo y racionalidad. Algunos de sus miembros delirantes se atrevieron a conspirar para que ello ocurriera, mas el tiempo se hizo corto antes que llegaran gozosos al jardín del paraíso y en menos de tres años la consigna de “avanzar sin transar” se truncó, enterrando posiblemente por décadas sus objetivos paranoicos.
A pesar de tanta adversidad algunos sectores radicales de hoy que no se sienten herederos del fracaso, se encuentran esperando turno en la fila de los novatos para insistir nuevamente en esa tarea utópica que sus mayores dejaron pendiente. En este aspecto la inconsciencia moral que los identifica es alimentada con altas dosis de arrogancia y osadía.
El socialismo confuso y extraviado
Mucho se ha escrito sobre la historia del socialismo chileno, una secuela compuesta de numerosos capítulos generadores de sentimientos y reacciones conducentes a la gran pregunta: ¿dónde se halla el núcleo de sus desvaríos? La respuesta de los estudiosos es simple y categórica: escasa convicción democrática de quienes eran sus líderes y deficiente estructura orgánica. Basta analizar los textos de sus posturas para concluir que dirigentes como Altamirano, Sepúlveda, Almeyda, impusieron una línea de conducción errática conocida como socialismo totalitario.
Es precisamente aquello que los militantes fieles del PS y la ciudadanía nunca debieran olvidar, junto a ese abandono imperdonable en que sus jerarcas dejaron hace 50 años a su líder máximo Salvador Allende. Incluso hombres talentosos, como Arrate y Escalona, se desviaron para siempre en la ruta de la acción. (ver “Las etapas del socialismo chileno”, El Montonero, 27 de septiembre de 2022)
La desacralizacion del centro cristiano
La Democracia Cristiana, colectividad que surgió para denunciar los extremos y proponer un camino de cambio democrático nacional y popular, dejó a finales de los años sesenta de creer en sí misma. Puede afirmarse que se ‘desacralizó’, se secularizó expresarán otros. Después en la década de los setenta perdió su virginidad demócrata y ha terminado abjurando durante el siglo XXI hasta de sus fundamentos humanistas cristianos, aquellos que le dieron identidad y fortaleza.
¿Qué sentido tiene en estos momentos su ya débil existencia?, si ha perdido su razón de ser. Carlos Peña ha hecho referencia a un ‘centro excéntrico’ y mucho sentido tiene su comentario. Nosotros pensamos además, que la crisis interna que padece dicho organismo y el cisma valórico en su ideario se remontan a los años previos a su ascenso a la cúspide del poder, cuando el PDC comenzó a ser infiltrado por el marxismo, proceso que explica el desenlace imparable de su desmembramiento fatal.
La irracionalidad de las derechas
Si algo caracterizó a los partidos de derecha fue siempre su actitud realista y pro-unitaria a la hora de defender sus posiciones políticas, económicas, sociales y culturales. Hoy la irracionalidad contagiosa emanada del espacio político circundante también se ha extendido a sus personeros, cuya rigidez intelectual y exceso de apetitos individuales hacen peligrar la proyección de las ideas que les dieron vida y sustento. Una casta conformada por dirigentes de fauces descomunales dispuestos a devorarse entre ellos, es la carta de presentación de una derecha sin vitamina ni fuerzas para enfrentar su propia hecatombe e inepcia.
La existencia de cuatro partidos en pugna y conflicto entre ellos, -Evópoli, RN, UDI y Republicano-, da cuenta de la densa oscuridad que impide el paso de la luz hacia el interior de este sector, entorpeciendo acuerdos programáticos y tácticos mínimos. Si hasta los empresarios (de derecha económica-financiera) han perdido la fe en la que ha sido su alianza histórica-estratégica natural más cercana y predilecta, al no percibir perspectivas reales de acuerdos convergentes.
Crisis o ruina moral
¿En qué fase se encuentra actualmente Chile?
¿Qué fuerza telúrica-magnética incontrolable lo arrastra cada determinado tiempo al abismo de la inestabilidad social y política? ¿Qué pulsión volcánica empuja a sus dirigentes a precipitarse desde la cresta de Los Andes a la sima oceánica del Pacífico agitado? ¿Es una escalada de seísmos cerebrales devastadores que alteran la psiquis nativa provenientes de una evolución cataclísmica remota? o ¿se trata de infartos institucionales intermitentes provocados malintencionadamente, para poner a prueba la musculatura institucional y su vitalidad republicana decadente?
(*) “Estado de fractura”, para no copiar a don Enrique Mac-Iver y su magnífico planteamiento en torno a “La crisis moral de la República”, discurso pronunciado en El Ateneo el 1 de agosto de 1900.
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