¿Es positivista la enseñanza de las ciencias naturales en el Perú? (I)

Luego de haber entrado en contacto con muchas realidades en la docencia de ciencias experimentales y su filosofía, me da la impresión que su enseñanza sigue –hasta el día de hoy–, el paradigma positivista constituyéndose un sesgo en la formación del alumno y la construcción de su visión del mundo natural porque elimina de todo plano la trascendencia y una reflexión ética abierta a esta.

El positivismo en la enseñanza de las ciencias en el Perú tiene una historia muy ligada a los orígenes del propio país, en la primera mitad del siglo XIX, con Auguste Comte (1798 – 1857), asumido plenamente por Manuel Vicente Villarán (1873 - 1958) en el Perú, desarrollando su pensamiento en la UNMSM.

Por décadas, este paradigma predominó en el pensamiento y formación de los universitarios en sus aulas (uno de los cuales fui yo). Esto puede llevar a negar, como resultado, toda trascendencia del quehacer humano, entendiendo el mundo desde un determinismo mecanicista que es vía segura hacia el agnosticismo.

En nuestro país basta dar una ojeada a los libros de texto de educación de ciencias y los materiales de estudio que se reparten en diversas academias preuniversitarias y centros de estudios para darnos cuenta del arraigo de este paradigma (sus detractores dirán “ideología”), en el acervo de sus profesores. Pero caben dos preguntas:

1. ¿Son los profesores de academias, colegios y editoriales educativas conscientes de estar enseñando desde este paradigma al punto de afirmarlo como seña de identidad y honestidad intelectual?
2. ¿Es tan irresoluta la mentalidad reinante en los ambientes educativos peruanos que dan como ciertos muchos postulados positivistas sin necesidad de crítica y reflexión?

Salvo pocas excepciones (porque me consta al hablar con muchos de nuestros colegas de colegios y academias), me da la impresión de que la mayoría no tiene la menor idea sobre el asunto ni ha hecho un acto reflexivo sobre la influencia de este paradigma en los contenidos de los cursos que enseñan. Esto atenta incluso contra la esencia misma de las ciencias, que nos manda buscar apasionadamente y sin descanso la verdad, empezando por los propios estatutos epistemológicos.