El reto de Joe Biden

¿Quiénes se alegran con un triunfo de Biden en América Latina? La respuesta es obvia. Cuba, la Venezuela de Maduro, los que quieren cambiar la Constitución de Chile. Y todos los que desean, por envidia e irresponsabilidad, que Estados Unidos se convieta en un país subdesarrollado, invadido y desbordado por la inmigración ilegal y una política neo-marxista disfrazada de progresista, y que promueve el resentimiento social-racial y dividendo a la gran nación del norte.

El casi octogenario Biden corre un inminente peligro, si no reacciona a tiempo, de ser desbordado por el ala rabiosamente radical del Partido Demócrata, representada por Bernie Sanders, Alexandria Ocasio Cortéz, Elizabeth Warren y, quizás, su flamante vicepresidenta Kamala Harris. Desde los sesenta la izquierda ha casi monopolizado el mundo académico, cultural y mediático en la tierra de Lincoln. El gran ethos americano de libertad, laboriosidad, inventiva, sentido de familia y culto a la verdad se ve en peligro por el desenfreno hedonista, de relativismo moral y casi nulo sentido de responsabilidad de los privilegiados nietos y bisnietos de los forjadores del ideal americano.

Con maléfica y premeditada astucia, dada la derrota en lo económico, la izquierda neomarxista disfrazada de progresista se dedicó lenta y persistentemente a socavar los fundamentos morales del ethos estadounidense del que hablaba Tocqueville, sin el cual hubiese sido imposible el surgimiento de la democracia excepcional que creó la sociedad más exitosa y envidiada de la tierra. Hoy enseñan a los niños americanos que su país es explotador, racista y que ha abusado del mundo. Esta narrativa es repetida hasta el cansancio por académicos que están reescribiendo la historia con fórceps ideológicos para dinamitar y distorsionar la verdad.

Como observador y admirador del pueblo estadounidense me quedo perplejo cuando escucho que los americanos son racistas. Un pueblo predominantemente blanco, que eligió a un presidente afroamericano, como Obama, no puede ser llamado racista. Como recuerda Candace Owens, destacada republicana afroamericana, Obama ganó la elección del 2008 cuando al ser preguntado si el pueblo estaba preparado para un presidente negro contestó: “Si no soy elegido es porque mi propuesta y mi visión no son lo suficientemente buenas”. Obama no jugó la carta racial porque, como dijo Martin Luther King: “Un hombre debe ser juzgado por su carácter, no por el color de su piel”.

Desafortunadamente, como dice Candace Owens, la esposa de Obama, Michelle, ha traicionado el legado de su esposo, apoyando una visión divisionista y neomarxista que promueve la idea de la existencia de un “racismo sistémico” en los Estados Unidos. Es decir, la vieja receta comunista de exacerbar los odios y la victimización, generando grietas en la sociedad y apelando a los instintos más bajos del ser humano. Nada más antiestadounidense que la victimización. El espíritu americano es lograr tus sueños siendo el arquitecto de tu propio destino gracias a tu esfuerzo, a tu talento y a tu imaginación dentro de una sociedad libérrima y con igualdad ante la ley.

Es claro que Estados Unidos es una sociedad excepcional. Confiemos que el virus marxista progresista que alienta la división y el odio no venza al sistema inmunológico de libertad, de alegría, de solidaridad, de espíritu ganador de la gran nación de Washington, Lincoln, Kennedy y Reagan. Joe Biden, como demócrata moderado, tiene el gran reto, de confirmarse su triunfo, de ser una vacuna contra ese virus ideológico, no su propagador.