Carlos Rivera
El colectivo Lee K’ana, Eielson y las fronteras de lo imposible
Sobre los gestores culturales independientes
La tarea cultural en el Perú siempre ha sido titánica. Requiere perseverancia, sacrificio y sobre todo un temple de guerrero para sortear las dificultades que se presentan y seguir bregando por esta noble causa. Una mezcla de locura con una dosis de amor por las artes o la literatura.
Las nuevas formas de entender la cultura son ahora fuente de estudio desde miradas antropológicas, sociológicas o políticas. El crítico de la PUCP Víctor Vich dice: “En ese sentido, cualquier proyecto de política cultural debe entender la cultura no tanto por las imágenes que representa sino por lo que hace y lo que buena parte de la cultura hace es producir sujetos y producir (y reproducir) relaciones sociales”. Estos acercamientos desde la academia tratan de revelar sus significados y sus miradas multidisciplinarias concatenadas al desarrollo de una comunidad, país o para ser un vehículo de (poder) y políticas transformadoras que los nuevos discursos en boga (feminismo, ecología, derechos humanos y otros) la consagran hacia una nueva sociedad inclusiva e igualitaria.
Descreo de una ideologización de la cultura, por eso me acerco más a esta referencia de Lluis Bonet Agustí, director del Programa de doctorado en Gestión de la Cultura y el Patrimonio de la Universidad de Barcelona, quien define al gestor o gestora cultural “como mediador entre la creación artística o herencia patrimonial, el consumo cultural y la participación ciudadana, con el objetivo de hacer viable un proyecto cultural que se inserta en una estrategia social, territorial y/o de mercado”.
La Dra. Cecilia Bákula, de amplia experiencia como historiadora y conocedora de la gestión cultural desde el desaparecido Instituto Nacional de Cultura (INC), nos dice: “Una visión moderna de la cultura, para convertirla en palanca de desarrollo y en eje de identidad, requerirá de un ordenamiento interno, a fin de que una sana evaluación le permita convocar a los más capaces y mostrar que puede y debe generar trabajo, inversión, buena gestión y, por lo mismo, nuevas capacidades, intervenciones novedosas, y una imagen del Perú que se asocie a la creación cultural contemporánea que, no cabe duda, se sustenta tanto en lo milenario como en las propuestas más actuales. Me parece que sin un plan rector y de acción claro y ordenado, no será posible obtener los recursos económicos indispensables para que la cultura, ya sentada en la mesa de la decisión política, deje de ser vista como la cenicienta o como un sector “de segunda” (“El nuevo gobierno y la cultura”. El Comercio, 9/07/2016).
Con el objetivo de trazar, definir estrategias o programas se consolidó en nuestro país en la última década la Gestión Cultural y cada uno de estos operadores (mediadores le dice muchos)privados o públicos se fueron adecuando al trabajo cultural desarrollado sobre una mínima estructura organizacional y esquemas proyectistas o estableciendo el impacto en los públicos beneficiados. Pero no deja de ser un noble activismo donde los gestores culturales independientes arriesgan ideas desde sus posibilidades. Estos esfuerzos son fruto de un contexto y como tal sus objetivos son inmediatos y proclives al poco impacto ( o fracaso) ante la ausencia de recursos económicos o logísticas para emprender nuevos desafíos. En los encargados de cultura del Estado no deja de ser un reflejo de esa informalidad persistente. No existe una política cultural efectiva o de diálogo interinstitucional entre las diversas Direcciones Desconcentrada de las Regiones y los respectivos municipios provinciales, distritales o de otras instituciones como las ugeles, colectivos artísticos entre otros es casi nulo. Actuando estas dependencias como mero apéndices de mesa de partes de las altas jerarquías del ministerio.
Desde que se creó el Ministerio de Cultura en el Perú (2011) se establecieron los parámetros de las políticas públicas y por correspondencia a los distintos niveles de gobierno se adecuaron a dichos lineamientos creando instancias o estableciendo unidades orgánicas con presupuesto y recurso humano. Parecía gozar de buena salud, pero en realidad es poco porque la cultura debe dinamizarse y no claudicar ante el burocratismo o la incompetencia de los que presiden dichas encargaturas y solamente atendiendo los proyectos y programas que reflejen los discursos hegemónicos. La UNESCO nos ofrece una visión amplia del asunto: “La cultura… puede considerarse…como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.”
Ante ese panorama esfuerzos como el emprendido por Alfredo Quispe Delgado decidió hace seis años con un grupo plural de ciudadanos fundar el Colectivo Lee K'ana. Entonces la vida cultural en la provincia de Espinar (Cusco) no se ha detenido. Han realizado presentaciones de libros, recitales, homenajes, concursos, festivales y hasta una Feria del libro. Además de haber editado a autores de la zona a través de un Fondo Editorial y llevar su arte por diversas ciudades del Perú y el mundo.
Alfredo Quispe es un carismático hombre de la zona, locuaz y empático ciudadano creyente de su tierra como esos amautas que tributaban su ciencia en los tiempos del imperio. No se detiene en los esfuerzos por hacer cultura, no le teme a los retos y ha sabido cautivar a un valioso grupo de colaboradores que a lo largo de estos años tejieron juntos un majestuoso ropaje de mezcolanzas, tradiciones y arte al servicio de los ciudadanos y jóvenes de su entorno. Porque las artes pueden dialogar entre sí y ofrecernos dinámicas de frescura, confort y sobre todo aprendizaje y reflexión crítica. La actividad cultural que practican es libre, abanica su espíritu y la lógica de su hermoso folclor aunado a una estética de las letras, la fotografía, la música o la pintura.
El Colectivo Lee K’ana no ofrece una cultura academicista (mucho menos elitista), excluyente ni tampoco es dogmática en sus estrategias o representaciones. Es vitalista y novedosa, para cualquier público. Hacen de la cultura un espacio de empatía, un acto de solemnidad alegre, un activismo juvenil y ciudadano compartiendo poemas, novelas, piezas musicales, pinturas o fotografías y hasta grupos de freestyle. Las actividades que se plantean con el colectivo son trazadas desde su dinámica poblacional y el vigor de sus tradiciones. Estos elementos se complementan a las grandes representaciones artísticas en boga donde calzan todas las actividades y todas las expresiones y de todas las sangres como quería el buen Arguedas. Estas actividades llevan implícitas la gestión desde sus elementos fundacionales desde el territorio, sus costumbres y su mística andina y milenaria.
Entre ese trabajo de años no ha sido en vano, sino que alcanza ribetes de esfuerzos que pocas he visto en alguna organización. Y además han sido el motor y motivo de que a raíz de las actividades del Colectivo muchos jóvenes vean en el activismo una nueva manera de colaborar e involucrarse en su tierra. Es así que nacieron otros grupos como el Colectivo K'ana Warmis (integrado por mujeres) y de otras organizaciones de cine, fotografía, etc.
Con motivo del Centenario de Jorge Eduardo Eielson prepararon el 16 de abril un homenaje donde tuve el honor de participar a lado del destacado poeta y escritor Darwin Bedoya. Homenaje donde se obsequió al público algunas de las mejores publicaciones de Eielson como Reinos, Ptyx. Además la enorme sorpresa al inaugurar una Biblioteca con más de 500 ejemplares, un ambiente adecuado y ubicación céntrica al servicio de sus ciudadanos. En mi tierra Arequipa no hicimos nada por Eielson (Salvo el homenaje hermoso a punta e palabras de Oswaldo Chanove en un artículo publicado en Peru21: “Eielson es también capaz de señalar a la amargura, al sollozo y a la tristeza con tan admirable elegancia que extingue cualquier telúrica resonancia”.).
Algunos esfuerzos saludables como el realizado por Centro Cultural de la PUCP (Eielson 100) pero otras instituciones se limitaron a saludos o simplemente recordar la fecha. Los principales medios de comunicación compartieron algunas tibias remembranzas de nuestro artista. La fecha casi pasa desapercibida. Espinar no se quedó atrás y nos sirve de ejemplo de cómo este colectivo con amor a la tierra, a las artes puede cambiar nuestro mundo y ser mejores cada día. Nos regalan su aguerrido activismo y ahora una biblioteca. Como decía José Carlos Mariátegui: “El arte nos proporciona una imagen más rica, más vivida y coloreada de la realidad y una visión más profunda en su estructura formal”. Sea, pues, Espinar ejemplo de esa gigante voluntad humana capaz de todo.
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