Desnudando a Human Rights Watch

La democracia nace como fórmula eficaz de gobierno para evitar que poderosos y acaudalados impongan su voluntad sobre la de las mayorías. Muchas oenegés, a las que les encanta autodenominarse presuntuosamente “sociedad civil” (pese a que nadie les otorgó la representatividad que reclaman tener) vienen funcionando eficientemente como herramienta para restituir el poder a los poderosos, por encima de la voluntad popular.

Generalmente, cuando un donante aporta dinero a una oenegé lo hace esperando que sea utilizado para beneficio de sus intereses políticos, que no pocas veces encubren además intereses económicos. Como cuando se golpea la capacidad de producción minera, pesquera o agroindustrial de un país que compite con aquel en el que el donante tiene sus inversiones; o cuando se debilita deliberadamente su economía y su institucionalidad para poder luego entrar a comprar barato.

Según su propia web, Human Rights Watch es una ONG independiente que funciona con dinero de particulares y de otras oenegés (forma usualmente usada para camuflar al donante). Es decir defiende intereses de fortunas privadas. No son por tanto una “organización internacional”, como repiten siguiendo el mismo guión toda las gamas de socialistas, sino una entidad privada que responde a intereses privados. Por tanto es arrogante e irrespetuoso pretender que un Gobierno soberano como el peruano deba arrodillarse ante sus pretensiones y calificaciones de parte, que por otro lado vienen demostrando hace rato un maloliente doble rasero.

Como dice textualmente su propia web, los principales donantes de HRW son todos de “centro izquierda” como es el caso (de nuevo textualmente) de la Fundación Ford, Open Society Foundations, la fundación MacArthur y la fundación Bill and Melinda Gates. Como vemos, comparte donantes con el IDL de Gorriti, lo que explica que el IDL funcione como caja de resonancia de HRW, ya que ambos tienen el mismo patrón.

Conocido esto, no resulta extraño que, ante el temor a que Alejandro Toledo (quien según la prensa, también tuvo donantes coincidentes para su campaña electoral) hable y delate la posible participación de sus operadores en negocios turbios, se lancen en sendas campaña de desprestigio de la democracia peruana y de la fiscal de la Nación. La primera como evidente distractivo y la segunda para evitar que una eventual colaborador eficaz ponga en evidencia la verdadera entraña de muchos de sus bien remunerados colaboradores.

Es por tanto antidemocrática la pretenciosa exigencia de HRW, un ente privado que responde a intereses privados, para que un gobierno soberano acate sus órdenes y sugerencias así ese ente privado (HRW) tenga oficinas y empleados por todo el mundo y así la fortuna de sus donantes superen el tamaño del PBI peruano.

No me gusta la ambivalencia del Gobierno de Dina Boluarte; sigo sospechando que es una pieza de la misma comparsa que encumbró al golpista Pedro Castillo. Pero en tanto no se comprueben las dudas que muchos tenemos acerca del extraño proceso electoral que arrojó como resultado que la dupla Castillo-Boluarte fuera elegida, el hecho que a mí no me guste o sospeche de sus reales intenciones (por los antecedentes y cercanías suyas y de sus cuadros más relevantes) no la convierte en ilegítima, como repiten los aliados locales y regionales del golpista. Del mismo modo que los deseos no configuran derechos, gustos y desconfianzas personales no generan ilegitimidad.