Jorge Varela
Cristianismo secularizado y en declive
El conflicto entre valores cristianos y disvalores

En tiempos de los padres fundadores de Europa –Robert Schuman, Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer–, durante la década de 1960, la cultura laica europea era una proyección del “cristianismo secularizado”. Según el investigador y académico francés Olivier Roy, los valores europeos secularizados, entre ellos la visión antropológica cristiana de la familia, eran todavía extensamente compartidos. Después, en una etapa posterior a la década de 1960, se produce una ruptura clave, se repudian los valores tradicionales y se altera el modelo antropológico tradicional (relativo a la familia, la sexualidad, la mujer) (entrevista, “¿Europa sigue siendo cristiana?”, en Nouvel Observateur, 3/1/2019).
A partir de 1968 prevalece la autonomía de la persona sobre las normas trascendentes; ya no existe una moral natural compartida. Los nuevos valores fundados en ‘el individuo deseante’ no se consideran en propiedad valores cristianos (secularizados) y son rechazados explícitamente por la Iglesia. (La encíclica “Humanae Vitae” de Pablo VI, que prohíbe la conducta sexual no destinada a la procreación de la especie humana, en julio de 1968, es una evidencia de ello).
Los valores cristianos hasta entonces conocidos y compartidos dejan de ser comunes. Desde ese momento comienza otra etapa, incluso se diluye esa ‘zona ambigua’ de muchos que se decían cristianos, a la vez que se esclarece el espacio entre creyentes puros o duros y agnósticos o ateos.
La descristianización y los nuevos paganos
En toda Europa, sea protestante o católica, avanzan los valores (o disvalores) emergentes del año 68. Se trata de temas que de a poco son aceptados por la sociedad y acogidos por la legislatura. En su momento la Iglesia lo expuso con claridad: la cultura dominante en Europa es una cultura ‘pagana’ (papas Juan Pablo II y Benedicto XVI)
La cuestión actual es qué hacer cuando los ‘nuevos paganos’. Dcen: ‘soy cristiano’, pues la mayoría de esos europeos que se declaran como tales cuando se les pregunta en las encuestas. Pero no solo no practican la religión, sino que ni siquiera comparten los elementos esenciales de esta. Se trata sin duda de una actitud puramente identitaria.
Al profundizarse la secularización, la ‘identidad cristiana’ ha devenido en una caricatura borrosa y deforme del cristianismo. No obstante, para algunos pensadores “la secularización no consiste en una retirada del sentimiento religioso”, sino “solo en un decaimiento de las formas institucionales a través de las cuales se lo vive o se lo practica”. ¿Será que ha aflorado una nueva forma de religión?
La secularización de los liberal-populistas
La mayoría de los seguidores del creciente populismo secular defienden en falsos discursos su pertenencia a tan escuálida ‘identidad cristiana’, aunque desde un enfoque valórico ortodoxo ellos no tengan nada de cristianos. No se trata de sectores puritanos o partidarios de un retorno al orden moral, como pudiera pensarse. En la práctica estos liberal-populistas no pueden calificarse de cristianos auténticos, ya que están a favor de una identidad deteriorada, más no del resurgimiento del cristianismo. Es el caso de Francia donde con el pretexto de luchar contra el islam, se constata la exclusión de símbolos religiosos, una realidad que responde a la visión laica francesa. Allí los cristianos apenas pueden sumar e incidir. Incluso en Italia la presencia del crucifijo en las aulas se ha convertido en un símbolo meramente cultural despojado de significado evangelizador y misionero.
“Las dos grandes tendencias actuales en Europa son la exclusión de lo religioso del espacio público mediante la evolución del secularismo hacia una laicidad ideológica y la folclorización del cristianismo”, bajo el manto liviano de una pervertida ‘identidad cristiana’. (entrevista citada)
El difícil regreso a los valores religiosos cristianos
¿Es posible emprender ‘una contrarrevolución conservadora’ o un hipotético ‘mayo del 68 al revés’?, como ha sido propuesto. Para quienes afirman que nunca se vuelve atrás en la descristianización, lo anterior es solo una quimera. La gente ya no adhiere al conservadurismo antropológico de la Iglesia católica, ni a su definición de familia tradicional, -modelo que continúa estallando por los aires-, ni acepta la directriz enfocada en la temática de aquello que se relaciona con la ‘vida’ y el sexo (la anticoncepción, el aborto, el matrimonio homosexual).
Hoy solo quedan aquellos devotos más fervientes que se movilizan en torno a una reafirmación de su fe y de su obediencia a la norma canónica. La práctica religiosa cristiana está disminuyendo en todas partes. En primer lugar en Europa occidental, donde los cristianos practicantes conforman un segmento que oscila entre 5% y 10% de la población, (excepto en Polonia). No existe pues, el regreso anhelado hacia lo religioso verdadero, lo que hay es una constatación histórica de lo religioso como fenómeno minoritario.
En medio de tal panorama gris, resulta sorprendente que un intelectual agnóstico haya escrito en artículo dedicado al teólogo Hans Küng recientemente fallecido-, que para éste la diferencia fundamental entre un cristiano y alguien que no lo es residía en “un sentido de incondicionalidad”, “una forma de aproximarse a la problematicidad de la propia existencia”, y que esta existencia demandaba un momento de incondicionalidad y que “ese ámbito incondicional no era otro que la dimensión divina de Cristo”. (Carlos Peña, artículo “Hans Küng (1928-2021), El Mercurio, 9 de abril de 2021). ¡Para no creerlo!, pero para archivarlo y tenerlo presente.
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