Jorge Varela

¿Cómo amartizar en el planeta rojo?

Dudas e incertidumbres sobre el futuro de la humanidad

¿Cómo amartizar en el planeta rojo?
Jorge Varela
17 de marzo del 2021


La humanidad atraviesa una fase marcada por la relativización de los valores democráticos, el ocaso de las utopías conocidas y la pugna incontenible por la acumulación de poder. Doquiera se enfoque la mirada, se verá un panorama como el descrito. De Myanmar a Venezuela, de China a República Democrática del Congo, de Siria a Etiopía, de Turquía a Filipinas, de Cuba a Bielorrusia, de Rusia a Nicaragua, de Corea del Norte a Haití, de Guinea Ecuatorial a Honduras, y hasta Estados Unidos, para mencionar sólo algunos países. 

Jóvenes y viejos estamos viviendo las primeras décadas del siglo XXI en plena convulsión: un periodo que arrastra el peso de conflictos no resueltos en el siglo precedente, al que se han sumado la pandemia del Covid-19, el desastre medioambiental, las desigualdades del capitalismo financiero arcaico, la violencia de los bárbaros, los apetitos de quienes detentan el control del aparato gubernamental, la distorsión valórica, el populismo falso, la decadencia de las ideologías y el fracaso del institucionalismo multilateral y de los organismos internacionales. 

¿Qué podríamos ofrecerles a los seres de otros planetas? 

¿Si usted fuera habitante de Marte, de Venus o de otro planeta, estaría dispuesto a acogernos, conociendo la miseria moral que nos está precipitando al vacío como humanidad? ¿De qué nos sirve especular en torno al transhumanismo si ni siquiera hemos avanzado en construir el tan cacareado humanismo fundamental?

Qué sacamos con conquistar el espacio y apresurarnos por llegar a Marte, si la pequeñez de nuestra condición humana es difícil de esconder. ¿Usted piensa que los seres de otros planetas nos van a aplaudir si el modelo de convivencia que les mostramos es el que el hoy existe en Oriente, en Occidente, o en regiones de la Tierra donde subsisten situaciones peores que la marginación social y la pobreza?

Sistemas como el chino, el ruso, el norcoreano, el árabe musulmán, el tribal africano, el indio, el británico, el nórdico, el europeo, el estadounidense, el latinoamericano, donde la libertad, la seguridad, la igualdad, la justicia son valoradas de modo diferente, donde la riqueza y la pobreza paralelas sepultan la dignidad de las personas, conforman hoy el escuálido tributo terrestre que podemos aportar. 

Dudas e incertidumbres 

Y si después de instalarnos en otra dimensión espacial y descubrir existencia organizada en algún planeta del multiverso, nos encontráramos con formas superiores de comunicación, relación y participación entre sus nativos, ¿seríamos capaces de asimilarlas con humildad y grandeza de espíritu? ¿Qué podría ocurrir si ni siquiera tuviéramos desarrollada una conciencia como la de ellos para captar y comprender su esencia cultural? Una posibilidad es que los humanos seamos para esos seres de supuesta conciencia superior una especie de bichos rudimentarios y torpes, incapaces de ponernos de acuerdo en lo esencial. 

Una de varias alternativas es que nos encontremos con seres de morfología y fisiología diferentes dotados de sensibilidades que no necesitan del lenguaje para comunicarse, con seres sexualmente indiferenciados o quizás asexuados, con seres cuya tecnología sea parte de su corporeidad, con seres que quizás no conozcan el mal y no se formulen los dilemas éticos que nosotros nos hacemos. Tal vez para ellos pensadores como Aristóteles, Kant, Heidegger, Nietzsche o Wittgenstein no merezcan el estudio que algunos humanos les dedicamos, incluso a Teilhard de Chardin y su concepción del hombre como ‘centro estructural’ de todo. 

Podríamos ser testigos privilegiados de comportamientos psíquicos desconocidos en que, como escribiera el poeta Arthur Rimbaud, ‘el yo es otro’: un estado evolutivo propio de quienes no sentirían odios, ni enemistad, al haberse fusionado el yo con el otro. ¿Será esta una escala desconocida hacia la esquiva felicidad?. 

Por el contrario, si la marcianidad fuese inferior a nuestra cuestionada y decadente humanidad, no habrá modo de silenciar futuras reacciones estridentes de soberbia características de individuos débiles e imbéciles como la mayoría de los que habitamos la Tierra. Para muchos necios sería como volver a sentirse dioses en medio de la inmensidad de la galaxia.

Sudar y sudar 

Dado que este no es un relato preapocalíptico, sino una reflexión que busca anticiparse al escrutinio de un futuro percibido como incierto y complejo, nos parece que antes de poner énfasis en torno a la forma cómo mueren las democracias, cómo declinan las sociedades o cómo se efectúa la consumación de un Estado fallido, habrá que sudar hasta la última gota para combatir las desigualdades, restaurar las comunidades y recomponer las democracias rotas. Es que no existe la sociedad perfecta, ni el Estado perfecto, ni la democracia perfecta, ni el hombre perfecto, ni la humanidad perfecta.

Mientras no estemos dispuestos a emprender nuestra propia revolución ética, no será tan simple cruzar este océano de cuerpos celestes. No olvidemos que antes de amartizar en el planeta rojo ya podrían estar observándonos unos seres extraños de apariencia intimidante y monstruosa o luminosamente puros y hermosos.

Jorge Varela
17 de marzo del 2021

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