¡A la muerte de un tribuno!

Ha muerto el tribuno Valle Riestra. Hombre culto, de filudo verbo y formas apasionadas y elegantes, amén de defensor de causas –a veces– utópicas.

Valle Riestra representa también una parte de la vida política nacional. Aprista, exiliado en la España del franquismo modernizador, afiliado al APRA rebelde de De La Puente Uceda, constituyente en la Asamblea de 1979, diputado, ministro del fujimorato para luego ser congresista de nuevo. Una vida que representa una parte del Perú, sin duda. 

Nadie podrá decir que Valle Riestra fue un ladrón o un delincuente, hoy cuando la política se ha embarrado de seres extraños faltos de talento, Valle Riestra era un político de otro tipo de política. 

Hoy, salvo un puñado de agitadores tanto de aquí como de allá, todo el arco político de izquierda como de derecha reconoce al Tribuno. Algunos que ven la política como una guerra entre la ciudad de Dios y la ciudad de Babilonia pretenden que los ángeles ocupen el lugar de los políticos. Así no era el Tribuno, un hombre al fin y al cabo.

Hace años, yo lo entrevisté para El Montonero, medio en el que –dicho sea– había escrito su última columna, testimonio de una vida tolerante con otras ideas. Recuerdo que hablamos de varias cosas, entre ellas de su exilio en Europa, su paso por España y Francia y su incesante vida a su llegada al Perú. También conversamos sobre el APRA, por supuesto.

Ha muerto el tribuno en una República que aún se sigue construyendo.