La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El afán protagónico de la primera dama analizado desde una aproximación diferente.
Las reacciones políticas, sociales y mediáticas que desataron las declaraciones de la señora Nadine Heredia a la revista Cosas, en las que ratificó y subrayó el papel determinante que ella cumple en el ejercicio del poder, han sido interpretadas de diversas maneras por el oficialismo: un supuesto “machismo” que no acepta el nuevo rol público de la mujer, y también un posible temor a las posibilidades electorales de la primera dama. Sin embargo esta hipersensibilidad oficialista sobre el tema podría ser analizada desde una aproximación diferente: el Perú de hoy no está dispuesto a modificar el curso económico e institucional del país.
El momento de inflexión política del régimen, que nos permite hacer afirmaciones semejantes, tiene que ver con la manera cómo el Gabinete Cornejo recibió la confianza política. Primero se le negó y luego se le extendió, notificandoles a la Primera Dama, al régimen y al país, que no se acepta una injerencia en el Ejecutivo que no esté contemplada en la Constitución y las leyes. Si bien en esta coyuntura el empresariado se diferenció de los sectores políticos, sociales y mediáticos con respecto a la manera cómo se otorgó la confianza al nuevo Gabinete, vale recordar que todos ellos confluyeron y actuaron de manera conjunta para evitar la compra de la refinería La Pampilla por el Estado y la llamada “repartija” del Tribunal Constitucional y de otras entidades tutelares. Es decir, de alguna manera se puede hablar de una mayoría nacional que ha alzado la voz para mantener el curso institucional y económico del país.
La compra de La Pampilla le habría permitido al régimen el monopolio de los combustibles, y multiplicar los discursos sobre “empresas sociales versus empresas de lucro”, hiriendo de gravedad a la economía de mercado. La repartija habría posibilitado controlar instituciones para tentar estrategias electorales antidemocráticas. La mayoría es, pues, sólida, palpable, y ella - y solo ella - es la única garante de la salud de la democracia y el mercado.
Algunos bienintencionados empresarios y politólogos han asumido el relato palaciego que nos señala que el modelo económico se preserva por la buena voluntad de la señora Heredia. Nadie niega el papel de la primera dama, pero desconocer el decisivo papel de la mayoría del país es caer en viejas aproximaciones románticas que atribuyen el curso de la historia y de los procesos políticos al papel descollante de un “´héroe” o una “heroína”.
Como si Dios fuera peruano, hoy los riesgos contra la democracia y el mercado parecen debilitarse. La mayoría nacional se ha expresado en el Congreso y le ha dicho al régimen que existe un límite institucional que no puede cruzar. El régimen, de tanto coquetear durante los dos primeros años con la reelección conyugal, se olvidó de gobernar y la economía se desaceleró. Los errores políticos pasaron la factura trayendo abajo la popularidad de la pareja presidencial; en ese contexto, cualquier aventura autoritaria aparece inviable porque, otra vez, allí está la sólida mayoría nacional.
Las declaraciones de la señora Heredia a Cosas revelaron una suma de impericia y soberbia que la llevó a intentar, incluso, reescribir la “historia” y empequeñecer el papel de Humala con respecto a la “gesta” de Locumba. Semejantes yerros, aparentemente, no le han permitido escuchar la voz de esa mayoría nacional que ha venido expresándose en diferentes formas y tonos. Si la primera dama escuchará atentamente, seguro entendería que su papel en la política podría ser descollante: Formar parte de un gobierno que entregue la posta al cuarto gobierno democrático elegido sin interrupciones (uno de los récords democráticos de La República), y que preserve la economía de mercado por más de dos décadas. Con el carisma y la inteligencia que la caracterizan, entonces, la señora Heredia habría llegado a la política para quedarse, y tendría grandes posibilidades de pelear la Presidencia en el 2021. Los grandes sueños siempre nos demandan esperar.
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