Editorial Política

Evocaciones toledistas

Evocaciones toledistas
  • 23 de junio del 2014

Las persecución política amenaza la gobernabilidad del país.                                                                                                                      

Según la última encuesta de CPI para el diario Correo, a 34 meses de gobierno, la desaprobación del presidente Ollanta Humala llega a 75%, en tanto que la reprobación del ex mandatario Alejandro Toledo, a los 36 meses de su gestión, alcanzó el 82%. ¿A qué vienen la comparación? Sucede que el gobierno toledista fue el único de la democracia post- fujimorista que enfrentó una grave crisis de gobernabilidad. Toledo tuvo una aprobación por debajo de los dos dígitos y hubo propuestas que exigían la vacancia presidencial (a inicios del segundo milenio) en momentos en que la democracia era derribada en Venezuela, Ecuador y Bolivia por responsabilidad directa de las élites políticas. Gracias a Dios que la democracia y el modelo de economía abierta persistieron en nuestro país, y luego de tres elecciones ininterrumpidas nos encontramos con nuevas encrucijadas.

¿Es justo especular y hacer comparaciones entre Humala y Toledo? Si a la actual desaprobación del jefe de Estado le sumamos el descrédito de las instituciones, la imposibilidad de tomar el rábano por las hojas en el tema de la seguridad ciudadana, la desaceleración económica que acrecentará el pesimismo, y ahora la persistencia de una polarización política con la oposición (intento de inhabilitar a Alan García), entonces no es descabellado pensar en la posibilidad de una crisis de gobernabilidad que nos evoque los tiempos toledistas.

Si bien el régimen ha recogido el guante en el tema de la desaceleración con el paquete de medidas tributarias, de eliminación del bosque de trámites que ahogan a la inversión, y el impulso de los emprendimientos en hidrocarburos, minería y telecomunicaciones, es hora de comprender que, en democracia, el relanzamiento de la economía y las inversiones no puede estar divorciado de una política que corresponda a una sociedad abierta. No se puede escribir algo con la mano derecha y borrarlo luego con la izquierda.

El acuerdo del Congreso con respecto al caso “narcoindultos” y el inicio de una acusación constitucional contra Alan García es, a todas luces, un intento de estirar la Constitución sobre la base de una mayoría transitoria, para eliminar a un candidato en carrera hacia el 2016. En cualquier lugar del planeta un acto semejante hiere de gravedad a la democracia, sobre todo cuando está pendiente un pronunciamiento del Poder Judicial. Si le agregamos el hecho de que está de por medio una resolución de la Judicatura a favor del derecho de García al debido proceso, es muy probable que en los próximos días contemplemos un enfrentamiento de dos poderes del Estado en medio de una creciente polarización política.

¿Hacia dónde puede avanzar una situación de ese tipo? Puede sonar inverosímil, pero no se puede descartar que el milagro económico peruanno --como todavía nos siguen calificando en el mundo - avance hacia una crisis de gobernabilidad como la que enfrentó el régimen de Toledo.

¿Cómo estamos llegando a semejante situación? No hay explicación racional válida. Las cosas solo se entienden si es que se trata de eliminar a un candidato para favorecer a otro. Algunos dirán que se trata de “una cruzada moralizadora” como la que se desarrolla contra la corrupción de las autoridades regionales. Si es así, ¿por qué Toledo esboza esa sonrisa de ganador? Valgan verdades, al líder chakano es al único ex jefe de Estado al que se le han encontrado millones de dólares que, de una u otra manera, lo involucran directamente (Ecoteva). Sin embargo, el nacionalismo mira a otro lado y se pone a silbar.

No se trata, entonces, de una cruzada moralizadora. Pero otro hecho grave: terrible error de cálculo. No nos queda la menor duda de que el Presidente Humala y la propia Nadine Heredia saldrán más debilitados, con cada vez menos posibilidades de mejorar los resultados hacia el 2016, después de las cruentas y prolongadas batallas que se avecinan con la afiebrada intención de inhabilitar a un candidato en plena carrera electoral.

Ahora bien, desde el espacio de este Portal, hacemos votos para que no prospere ninguna crisis de gobernabilidad. Somos los más interesados que el presidente Humala culmine su administración de la mejor de las formas, y que el 2016 se convierta en el tercer presidente que entrega la banda presidencial a su sucesor, sin las interrupciones constitucionales que caracterizaron al proceso político del país en el siglo XX.

  • 23 de junio del 2014

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