Globalización

¿Qué pretenden los BRICS?

¿Qué pretenden los BRICS?
  • 01 de agosto del 2014

Sobre el afán de competir con el sistema financiero internacional.                                                                                                                

A mediados de este mes, en la ciudad de Fortaleza, Brasil,, el grupo de potencias económicas emergentes BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, acordó crear su propio banco internacional de desarrollo y un fondo de reservas, con dos objetivos: financiar los proyectos de infraestructura y otros de las cinco naciones, y ser además una alternativa a los organismos del sistema financiero de Naciones Unidas, como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Para que no quepan dudas, la presidenta izquierdista de Brasil, Dilma Rouseff, señaló que la intención es avanzar “hacia una nueva arquitectura financiera mundial” que “representará una alternativa para las necesidades de financiación de los países en desarrollo y compensará las deficiencias de crédito que existen en las instituciones financieras internacionales”.La pregunta es ¿podrán los BRICS desplazar a los organismos financieros multilaterales?

En primer lugar creemos que la propuesta de los BRICS responde a una necesidad objetiva: que las economías emergentes tengan una mayor cuota de participación en el sistema financiero internacional ya que actualmente representan más del 50% del PBI mundial y también al 80% de la población del planeta. Esta realidad ya fue reconocida por el FMI en el 2010, cuando aprobó una reforma interna en ese sentido, que está en suspenso porque el Congreso de los Estados Unidos no la ratifica. Esta inequidad afecta a todos los bloques emergentes, entre ellos la Alianza del Pacífico, el más importante de América Latina, conformado por Colombia, Chile, México y el Perú.

Nos preocupa, sin embargo, que esa necesidad sea utilizada para impulsar un proyecto geopolítico sustentado en dos aparatos financieros enormes que sirvan como instrumentos de penetración política que condicione el financiamiento del desarrollo en función de las agendas políticas hegemónicas de otras potencias.

Hay señales claras que apuntan en esa dirección, como por ejemplo el hecho de que los primeros países que se han alineado detrás de la iniciativa sean los regímenes autoritarios de Argentina, Venezuela, el nuevo gobierno socialista de Chile, y más preocupante aún, el gobierno del presidente Ollanta Humala. Todos ellos expresaron su respaldo al día siguiente de la cita de Fortaleza, en una reunión realizada en Brasilia, convocada por la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).

El autócrata venezolano Nicolás Maduro declaró que el acuerdo de los BRICS “significa una nueva geopolítica mundial” que su régimen comparte y apoya. Si Maduro está dispuesto a cambiar la influencia de Europa y Estados Unidos por la de Brasil y China, es asunto suyo, pero los demócratas latinoamericanos, que creemos en la libertad y la democracia como elementos indesligables de nuestro desarrollo económico, de ninguna manera estamos de acuerdo.

De otra parte, los expertos en política internacional coinciden en que es improbable que las potencias emergentes desplacen a las actuales en el corto o mediano plazo porque los BRICS tienen serias debilidades institucionales que limitan su liderazgo, su influencia política global y su capacidad para manejar de manera adecuada y confiable un banco de desarrollo Nos referimos a la falta de democracia y de transparencia, y también a los serios problemas políticos o económicos que enfrentan. Brasil, por ejemplo, camina al borde de la recesión y su gobierno enfrenta constantes aprietos en materia de corrupción, igual que Rusia, que tiene además problemas de inestabilidad económica.

Detrás del proyecto político de los BRICS parece estar China, que busca ganar influencia económica global. De hecho, el mayor aporte para el fondo de reservas será aportado por los chinos. En esa misma dirección apunta el acuerdo comercial firmado hace poco por China y Rusia, en el que han decidido prescindir del dólar en su intercambio bilateral y reemplazarlo por el yuan y el rublo.

En resumen nos preocupa es que detrás de esta iniciativa se oculte un afán político ideológico. Un indicio en esa dirección lo dio la propia Rouseff, cuando dijo en Fortaleza que los acuerdos aprobados buscan principalmente acercar a países que "comparten aspiraciones e intereses” ¿Se refiere acaso al sello socialista, estatista o autoritario que prima en los gobiernos signatarios del acuerdo, y a sus evidentes afanes imperialistas?

 

  • 01 de agosto del 2014

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