Maduro se aferra con todo

Autócrata manipula cuotas de representación congresal para no perder el Congreso.    

El autócrata venezolano, Nicolás Maduro, se aferra al poder y busca a toda costa retener el control del Congreso, por las buenas o por las manos, en las elecciones legislativas de este año. Para ello ha diseñado una estrategia dirigida a obtener de manera tramposa la mayoría parlamentaria, aprovechando el control que ejerce sobre la Asamblea Nacional y el Consejo Nacional Electoral (CNE). La estrategia consiste en reducir el número de congresistas de las provincias donde la oposición tiene mayoría, y aumentar el número de representantes de las provincias chavistas, para lo cual la Asamblea ha aprobado un informe que faculta al CNE a hacer esos cambios.

De esa manera, el régimen espera neutralizar los efectos de una derrota electoral del chavismo que se vislumbra segura. El último sondeo de opinión de la principal encuestadora, Datanálisis, realizado en marzo, indicó que el 59.6% de los ciudadanos piensa votar por la oposición  y el 22.5% por el gobierno. Aún no ha sido definida la fecha de la elección pero por tradición se vota en diciembre.

El periodista venezolano Eugenio Martínez demostró que hay una gran diferencia entre el informe del gobierno y las cifras de población del Instituto Nacional de Estadística venezolano, lo cual ha evidenciado aún más que estamos ante una maniobra política-electoral del régimen de Maduro.

Pero la maniobra de alterar las cuotas de representación parlamentaria no es algo nuevo, de hecho el régimen ya lo hizo en las legislativas del 2010, cuando se asignó más diputaciones a las provincias chavistas y,  como consecuencia de ello, la oposición ganó en las urnas con el 52%  pero obtuvo solo 67 escaños de un total de 165, mientras que el chavismo perdió con el 48% pero obtuvo 102 curules.

No obstante aquella experiencia, la oposición venezolana no ha hecho cuestión de estado al respecto, al parecer porque se siente muy confiada en que ganará holgadamente los comicios incluso en las provincias consideradas chavistas debido a que el malestar popular hacia el gobierno crece cada día más como consecuencia de la crisis general de Venezuela, que combina una alta inflación con escasez pertinaz y desborde de la criminalidad.

Mientras tanto, ante la posibilidad de que la oposición gane las elecciones de este año surge una gran interrogante: ¿Serán las fuerzas de oposición capaces de entender y conducir un proceso de transición política del chavismo hacia la democracia?

La pregunta es válida porque existe un gran porcentaje de la población venezolana acostumbrada a recibir subsidios directos del estado, a la que se tendrá que explicar que la causa principal de la crisis actual no es la caída del precio del petróleo, como sostiene el chavismo, sino el fracaso del modelo económico estatista y populista.

Dicho fracaso se expresa hoy en la inflación más alta del mundo, escasez de productos y bienes esenciales, y desempleo en alza, como consecuencia de la falta de inversión y del intervencionismo estatal en la economía mediante los controles de precios y de cambios.

Una transición también pasa por persuadir a los altos mandos militares que apoyan a Maduro de que Venezuela necesita cambiar de modelo político y económico, regresar a la democracia, o de lo contrario la crisis general se hará más profunda y el país ingresaría a la lista de “estados fallidos” por la ausencia de democracia y por sus altos índices de pobreza, desigualdad, violencia y corrupción.

La experiencia dolorosa que viven hoy los venezolanas ya la vivimos los peruanos desde fines de los años 70 hasta finales de los 80, cuando la crisis llegó a su punto más alto con la hiperinflación, la escasez casi total de productos básicos, el colapso de los servicios públicos (agua y luz), la virtual desaparición de nuestras reservas de divisas y la quiebra fiscal absoluta, como consecuencia de las mismas políticas económicas que Maduro aplica hoy en su país.

  07 - May - 2015