El Medio Oriente y la hipocresía del progresismo mundial

Es absolutamente sorprendente que en pleno siglo XXI el progresismo mundial, ya sea a través de los medios de comunicación o del mundo intelectual, se niegue a condenar los crímenes de lesa humanidad que cometieron los terroristas de Hamas en poblaciones civiles israelíes. A través de las redes sociales todos contemplamos abismados cómo se secuestraban niños, mujeres y ancianos, e igualmente nos quedamos atónitos viendo cómo se decapitaba a los soldados y ciudadanos israelíes. El terror escaló a niveles imaginados cuando el mundo supo que 40 bebés israelíes fueron decapitados junto a sus padres. Toda la vesania, toda la crueldad que contemplamos en los ataques terroristas del Estado Islámico resucitaron el sábado pasado en contra de los asentamientos civiles israelíes, uno de los días más tristes de la humanidad. Y más allá de las diferencias, una crueldad solo comparable con los crímenes en contra de la humanidad cometidos por el nazismo.

Entre los gobiernos, grupos y movimientos que se adscriben al Foro de Sao Paulo y el Grupo Puebla se entiende el supuesto “apoyo a la causa Palestina y la negativa a condenar el ataque terrorista de Hamas”. Finalmente, estos grupos responden a la tradición amoral del comunismo del siglo XX y del XXI, que hinchó los cementerios de la humanidad con más de 150 millones de muertos con tal de perpetuarse en el poder. Sin embargo, ¿cómo entender la negativa a condenar el brutal ataque terrorista de parte de periodistas, académicos, profesores universitarios y organizaciones civiles, luego de ver que los delitos de lesa humanidad se perpetran a vista de miles de millones de espectadores?

El argumento del progresismo mundial y del peruano pretende señalar una relación de causa y efecto entre las demandas legítimas del pueblo palestino por construir un Estado nacional y el brutal ataque terrorista de Hamas. De acuerdo a esta interpretación, la violencia acumulada por décadas, “la colonización prolongada de los asentamientos israelíes” y la exclusión y pobreza, desataron las masacres de Hamas. Con ese tipo de razonamiento, que pretende enjuiciar el presente con las tragedias del pasado, Estados Unidos debería reducirse a polvo por la bárbara guerra civil del siglo XIX, Europa como tal debería desaparecer por las guerras de religiones y todos las repúblicas latinoamericanas deberían desaparecer para ser reemplazadas por las entelequias de los llamados “pueblos originarios”.

Desde el punto de vista de los principios de los Derechos Humanos, ningún demócrata o ciudadano libre del planeta debería eludir la imperiosa obligación de condenar el brutal ataque terrorista de Hamas. En el Perú, la negativa a condenar el terrorismo en el Medio Oriente no es sino el otro rostro de quienes se negaban a condenar las atrocidades de Sendero Luminoso, que reunía a los campesinos en las plazas para luego ejecutarlos ante todo con el objeto de sembrar el terror, a semejanza de los métodos brutales del Estado islámico y de Hamas.

Es evidente, pues, que en la negativa de las corrientes progresistas y comunistas a condenar el terrorismo de Hamas existe una clara visión antioccidental que hoy comienza a convertirse en una nueva religión profana dentro de los muros del propio Occidente. Los relatos y las fábulas antioccidentales (el patriarcado, el capitalismo y el dominio del “hombre blanco”) comienzan a crear una especie de fundamentalismo que, no obstante que se declara defender los DD.HH., se niega a condenar el terrorismo de Hamas.

Finalmente, hoy queda en evidencia que el legítimo derecho del pueblo palestino a organizar un Estado nacional solo se concretará con el apoyo de los países occidentales y los estados árabes e islámicos de buena voluntad. Sin embargo, para avanzar en ese camino los palestinos tienen la obligación de condenar y distanciarse del terrorismo de lesa humanidad.