A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Una breve mirada a los países de América Latina en los últimos años nos revela el daño devastador que causa la izquierda en la región. Ya no solo se trata de analizar el colapso que ha ocasionado el socialismo del siglo XXI en Venezuela, que ha derrumbado el PBI en más del 50% y que ha disparado la pobreza sobre el 80% de la población, sino también los terribles resultados de las izquierda –en poco tiempo– en Perú, Chile, y Colombia.
Chile y Perú, el primer y el segundo productor mundial de cobre del planeta, han perdido el tren del crecimiento y la prosperidad luego de que las izquierdas llegaran al poder, en el preciso momento en que el precio del metal rojo alcanzaba récords históricos. Todas las proyecciones indican que el país del sur entrará en recesión en el 2023 y para el 2024 las cosas no mejorarán significativamente. El motivo: la caída de la inversión privada en tasas mayores al 30%. Un efecto incuestionable del "momento constituyente" que crearon la violencia y las izquierdas en el país del sur.
En el caso del Perú, luego del golpe fallido de Pedro Castillo y la violencia, los pronósticos de crecimiento señalan que apenas se llegará al 2.6% del PBI, una cifra con la que es imposible seguir reduciendo la pobreza, que se ubica sobre el 26% de la población. El motivo también es el frenazo de la inversión privada. Colombia, por su lado, apenas crecerá sobre el 1% el 2023, mientras que la inversión privada se contrae y se frena. Por su lado, los pronósticos de crecimiento de Manuel López Obrador en México se estrellan contra la realidad: el mandatario mexicano, aceptando los hechos, ha sostenido que en el quinquenio se crecerá apenas sobre el 1% del PBI, luego de haber prometido tasas sobre el 5%.
América Latina o Iberoamérica, pues, parece un continente paralizado, frenado, sin futuro. Frenazos y retrasos que, de una u otra manera, tienen que ver con las últimas tres décadas. Según diversas investigaciones, por ejemplo, la producción de manufacturas de Brasil –la mayor economía de la región– en los años ochenta del siglo pasado era superior a las sumas de la producción de India, China, Tailandia, Malasia y Corea del Sur. Sin embargo, en la primera década del nuevo milenio la producción del Brasil solo representaba el 10% del total de los mencionados países asiáticos. Desde esa fecha hasta la actualidad la brecha entre Asia y América Latina no se ha acortado.
Desde entonces en los análisis económicos se suele hablar de tasas de crecimiento asiáticas, que oscilan entre el 7% y el 9%. En América Latina llegar a tasas de 6% ya era un prodigio; sin embargo, la irregularidad en el crecimiento de la economía ha impedido acompañar la velocidad del tren que ha sacado a Asia del subdesarrollo.
En las últimas tres décadas las tasas de crecimiento de la inversión privada en Asia han oscilado entre el 25% y el 30%, mientras que nuestra región todo ha sido una suma de irregularidades: la inestabilidad política que alientan las propuestas revolucionarias y anticapitalistas, que suele afectar a la democracia también erosiona las posibilidades del crecimiento. Un ejemplo de varias décadas atrás fue el velasquismo estatizador. Un ejemplo de hoy es el chavismo en Venezuela.
Lo cierto es que, en los países asiáticos se entendió que las reformas de primera generación no podían detenerse y avanzaron a reformar sus sistemas educativos y a invertir en tecnología e innovación. En una generación, los emprendimientos innovadores en tecnologías y digitalización relanzaron las economías asiáticas. Ni qué decir de las reformas de los sistemas de salud y la solución de los problemas de infraestructura para conectar físicamente al interior de los países con el resto del planeta.
El crecimiento en Asia llevó a la mayoría de las sociedades a exigir democracia y Estado de derecho. Hoy, China y Vietnam parecen resistirse a los cambios institucionales que provienen de la fuerza de los mercados y las demandas de Estado de derecho.
En cualquier caso, si las cosas siguen así, América Latina será una de las regiones más pobres del planeta. ¡A reaccionar!
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