El sector privado educativo como garantía de pluralidad y tolerancia

Durante el proceso de destrucción nacional que desarrolló el Gobierno de Pedro Castillo, todos los peruanos de buena voluntad observamos cómo la estrategia maoísta pretendía controlar la educación pública mediante el cogobierno del Ministerio de Educación (Minedu) y el Frente Nacional de los Trabajadores de la Educación (Fenatep). Semejante cogobierno pretendía destruir la carrera pública magisterial e ideologizar el currículo para convertir a la escuela pública en un centro de adoctrinamiento marxista.

De alguna manera las tendencias centralistas y estatistas que los sectores progresistas habían impulsado antes del Gobierno de Castillo –mediante la marginación del proceso educativo de la sociedad, de los padres de familia y del sector privado– llegaban al paroxismo con la presencia protagónica del Fenatep, un movimiento sindical vinculado el Movadef. Durante un año y medio la destrucción de la carrera pública magisterial avanzó y el copamiento ministerial se desató. Como todos hemos podido contemplar, la mayoría de los líderes que encabezan la ola de violencia en el país son dirigentes del sindicalismo magisterial radical.

¿Qué habría sucedido si el copamiento del maoísmo no se detenía con el fracaso del golpe de Pedro Castillo? Es evidente que las últimas resistencias para mantener una idea de educación plural y tolerante se habrían focalizado en el sector privado, en los niveles de educación básica y superior. Como todos sabemos, en el nivel básico el sector privado atiende un tercio de la matrícula; mientras que en el superior, los dos tercios. He allí la enorme importancia de que la sociedad, los padres de familia y el sector privado participen en el proceso educativo.

Sin embargo, las teorías progresistas que pretenden desarrollar una reingeniería total de la sociedad, ignorando las realidades concretas, la historia y las tradiciones sociales, proponen empoderar a los estados de tal manera que la sociedad, las familias y el sector privado, sean marginados del proceso educativo. Una de las cosas más impresionantes con respecto a las teorías progresistas y la educación es que la hipercentralización y estatización de la educación en “vanguardias iluminadas” se produjo en los procesos totalitarios más tremebundos de la humanidad. Por ejemplo, la llamada revolución cultural china, el estalinismo y el terror del nazismo.

De allí la enorme importancia de defender la participación de la sociedad en el proceso educativo. Sin embargo, no solo se trata de un modelo educativo tolerante en el que concurran diversas ofertas educativas para que los padres de familia decidan en dónde educar a sus hijos, sino que también es un asunto práctico, de extrema urgencia. Por ejemplo, según el Estudio de contribución económica de la educación privada en el Perú, de Apoyo y Consultoría, la inversión privada en el sector educativo suma más de S/ 20,000 millones; es decir, dos tercios del presupuesto público para la educación, que sobrepasa los S/ 35,000 millones. ¿Cómo entonces se puede hablar con seriedad sobre una reforma o de cambios del sistema educativo sin considerar el aporte privado? Parece imposible.

Por otro lado, todos conocemos de las inclementes e injustas campañas de las izquierdas que pretenden demonizar el sector privado educativo señalando que todo se reduce al lucro y las ganancias de los inversionistas. Sin embargo, según el mencionado informe de Apoyo, el 73% de los estudiantes de los centros privados pertenece a los sectores C, D y E.

Como se aprecia, el sector privado es garantía de tolerancia y pluralidad, porque permite pluralidad y tolerancia en las ofertas educativas. Pero también es la herramienta que permite que el Estado focalize sus esfuerzos en los sectores más pobres y excluidos de la sociedad, porque las inversiones representan dos tercios del gasto estatal en educación.