Después de una década de creación de la S...
La izquierda desde algún tiempo viene proponiendo el ingreso libre a las universidades públicas para evitar los rigurosos sistemas de selección académicas que hoy se desarrollan y han convertido a algunas universidades –como San Marcos de Lima, San Agustín de Arequipa y San Antonio Abad del Cusco– en claustros que reúnen a la futura élite nacional, principalmente proveniente de los sectores populares.
El congresista Hamlet Echevarría Rodríguez, de la bancada Cambio Democrático - Juntos por el Perú, ha presentado un proyecto para posibilitar el ingreso libre y gratuito a las universidades públicas. La iniciativa pretende basarse en los criterios de la amplitud de acceso y calidad de la oferta educativa establecidas en la Constitución y propone un ciclo cero, con el objeto de nivelarse en el desarrollo de la carrera. Es decir, los egresados de secundaria se matriculan en el ciclo cero, se nivelan y siguen la carrera. ¡Todo se lee maravilloso y perfecto! Asimismo, el proyecto plantea modificar la actual Ley 30220, proponiendo que cada universidad establezca los procedimientos para la solicitud de admisión y el régimen de matrícula.
A nuestro entender estamos ante el recurrente impulso igualitarista que suele destruir todos los avances de la humanidad en economía, en sociedad, en cultura y también en educación. Los ejemplos van desde la conversión de los ex países de la Unión Soviética en las mayores fábricas de pobreza de la historia moderna hasta la destrucción del mundo andino por la independencia en el Perú. Para entender la gravedad de la propuesta vale señalar que un estudiante que ingresa a la universidad mediante un sistema de selección es uno con juicios morales propios con respecto al esfuerzo, la disciplina e, incluso, otros valores como la honradez (en las tareas académicas). El ingreso libre a la universidad, que iguala a quienes se desarrollan académicamente y los que no, afectaría principalmente a quienes por esfuerzo propio merecen estar en la universidad.
He aquí un ejemplo. Tres décadas atrás dos tercios de la matrícula en la educación superior era atendida por la universidad pública y solo un tercio por las universidades privadas. Luego de las reformas de los noventa, que posibilitaron el aporte de la inversión privada a la educación, dos tercios de la matrícula corresponde a las universidades privadas y solo un tercio a las públicas. ¿Qué significa semejante información? Que la universidad pública no se ha tugurizado y ha mantenido el mismo número de alumnos, pero con un presupuesto multiplicado varias veces. Por ejemplo, hoy San Marcos tiene un promedio de 45,000 estudiantes, igual que hace tres décadas. Semejante estado de cosas obliga a seleccionar a los mejores estudiantes, quienes, generalmente, provienen de los sectores populares.
La propuesta de la izquierda destruiría esa dialéctica entre sector privado y universidad pública y San Marcos se tugurizaría con aulas, salas, laboratorios absolutamente insuficientes, como sucedía en los ochenta. Una verdadera locura que nacería del igualitarismo, del colectivismo, que suele alimentar la demagogia y la irresponsabilidad de las izquierdas.
El igualitarismo de la izquierda impulsa a proponer una fórmula que solo destruiría a la universidad nacional, en vez de proponer sistemas de educación intermedia a través de la propia educación secundaria, de un sistema y red de institutos de educación intermedia que vincule educación, trabajo y aparato productivo, tal como sucedió en los países del Sudeste Asiático. En ese sistema la universidad cumpliría su papel: el lugar de formación de las élites más calificadas de cualquier sociedad.
COMENTARIOS