Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
Centrando el debate sobre el proyecto de ley universitaria.
El congresista Daniel Mora, antes de empezar el debate parlamentario del proyecto de Ley Universitaria, lanzó una especie de amenaza: ¡Que no participen quienes trabajan o trabajaron en universidades privadas! De pronto, una discusión que debería ser académica se convirtió en una entre el bien el mal, en un debate parecido al que Nicolás Maduro somete a la oposición venezolana. ¿Qué ha sucedido para que Mora pretenda demonizar a la inversión privada de esa manera? ¿En qué momento los peruanos empezamos a aceptar que un generalote nos dicte las pautas de la reforma universitaria?
Desde sus orígenes la universidad ha sido uno de los centros de libertad en la creación de conocimiento e innovación científica. Desde la Edad Media se convirtió en fuerza de resistencia de dogmas religiosos y poderes estatales. Es por estas consideraciones que nuestra Constitución reconoce la autonomía universitaria.
Los proyectos del señor Mora y del ministro Jaime Saavedra, que pretenden crear una superintendencia estatal universitaria (con algunas diferencias), reproducen un viejo debate de la humanidad: ¿empoderar al Estado o empoderar al ciudadano? La historia nos enseña lo que sucede cuando se empodera al Estado: bolchevismo, fascismo, velasquismo, y ahora regímenes bolivarianos en América Latina. Sin embargo, se insiste con la receta, no obstante que el Estado hundió a la educación pública y al sistema universitario con las reformas velasquistas.
No se puede ignorar que la propuesta autoritaria cabalga sobre evidentes deficiencias del sistema universitario que no permiten empoderar a los ciudadanos. ¿A qué nos referimos? Los alumnos y padres de familia no tienen indicadores fiables para saber qué universidad es buena o mala y, por lo tanto, carecen de información para invertir correctamente en educación superior. Diversas universidades privadas han propuesto crear un Observatorio de la Calidad Educativa Superior que permitiría a los alumnos y familias conocer qué universidad está acreditada internacionalmente, cuál es la calidad de los profesores, cuál es la demanda del mercado de las carreras universitarias y la capacidad de encontrar trabajos de los alumnos egresados de las facultades.
Este observatorio trasladaría el poder de decisión al individuo y no al Estado como pretende el señor Mora. Semejante información para las familias es una de las claves del éxito de las universidades que destacan y hoy aparecen en los mejores rankings universitarios del mundo. ¿Alguien dudaría en matricularse en Harvard, Yale y Oxford, por ejemplo? Existe demasiada información sobre la calidad de estas instituciones.
El observatorio de calidad que empodera a los ciudadanos no tendría ninguna razón de ser si es que no se garantiza la competencia entre los centros de educación superior, y solo existirá competencia si continuamos promoviendo la inversión privada en el sector. Un ejemplo clarísimo de los efectos virtuosos de la inversión privada se expresa en el surgimiento de universidades de extraordinaria calidad, con acreditaciones internacionales y que comienzan a lavarle la cara a la universidad peruana. Pero no solo eso. Pocos han advertido que las pensiones de los colegios privados son más altas que las de las mejores universidades privadas. ¿Por qué? Por la competencia entre universidades, general Mora, por la competencia.
Lo que sucede en este debate es que al señor Mora le ha salido el demonio velasquista que lo habitaba y por eso pretende demonizar a la inversión privada. En vez de reconocer los yerros históricos del Estado y encontrar puentes y armonías con los privados le carga a estos todos los males en la educación. Llegar a decir que no participen en el debate quienes trabajan en universidades privadas revela la tremenda confusión del general, una confusión que suena a majadería e intolerancia. ¿Qué sucede?
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