En el Perú, hablar de cobre no es solo hablar de miner&...
En momentos en que las instituciones republicanas se deterioran y la política se vuelve antipolítica, debemos, de una vez por todas, enfrentar la demagogia comunista y populista que pretende exculpar a los políticos y a la burocracia del actual desastre nacional, y demonizar al sector privado, acusándolo de ser el principal responsable de la crisis.
Los comunistas y los populistas suelen decir que la megarrecesión en curso, la pérdida de empleos, el aumento de pobreza y la incapacidad del Estado en la provisión de servicios, es responsabilidad directa del modelo neoliberal consagrado en la Carta Política. Los responsables, entonces, no estarían en la burocracia dorada de los ministerios, dependencias públicas y empresas estatales, durante las administraciones de Alejandro Toledo, Ollanta Humala, PPK y la actual gestión Vizcarra.
En una hipótesis negada, aceptemos que los comunistas y los populistas tienen razón: “el sector privado y el modelo neoliberal son los responsables de la destrucción de las instituciones y de la megarrecesión en curso, que destruirá cerca del 15% del PBI y arrojará a alrededor de un 30% de la población debajo de la línea de la pobreza”. Si estatizamos los 12 grupos empresariales más grandes en el Perú, de los cuales siete son nacionales y cinco extranjeros, entonces los demagogos contarían con US$ 45,000 millones en activos expropiados. La ilusión chavista y bolivariana se extendería por todo el Perú y los comunistas soñarían con perpetuarse en el poder.
Sin embargo, luego de la borrachera viene la resaca. Esa brutal expropiación comunista ni siquiera alcanzaría para cubrir los gastos anuales del Estado en la actualidad. Entre el Gobierno central, las regiones, los gobiernos subnacionales y las empresas públicas (financieras y no financieras), el Estado –antes de la pandemia– gastaba alrededor de US$ 65,000 millones anuales. Es decir, un tercio del PBI del 2019, que llegó a sumar US$ 215,000 millones.
Si nos percatamos de que el 80% de los ingresos del Estado lo provee el sector privado, y que los 12 grupos expropiados están entre los principales 30 contribuyentes del país, ¿qué pasaría con el gasto estatal luego de la expropiación? Seguramente los conglomerados expropiados sobrevivirían entre dos y tres años, pero luego se desplomarían por las sumas de ineficiencias y falta de productividad y competitividad que suelen acarrear las expropiaciones. Entonces, en muy pocos años, el Estado se quedaría sin el 80% de los ingresos actuales. Es decir, de un Estado de ingresos medios pasaríamos a ser un Estado pobre.
¿Puede algún comunista o populista presentar una explicación alternativa? Un Estado sin ingresos, ¿cómo puede seguir alimentando a la frondosa burocracia dorada de izquierda? Es evidente que la única salida sería emitir moneda sin valor, tal como sucedió en los ochenta en el Perú y sucede hoy en la tragedia venezolana. La hiperinflación se convertiría en la bestia negra que empobrecería a más del 70% de los peruanos, tal como acaeció en aquella década.
Que este terrible escenario –en que la sociedad mata al sector privado; es decir, a la gallina de los huevos de oro–, sirva para reflexionar y recuperar la cordura frente a la ofensiva ideológica comunista, que solo busca asaltar y perpetuarse en el poder.
Al respecto, vale recordar que diversos organismos internacionales sostienen que el sector privado es la gran novedad económica y social de las últimas tres décadas. En el Perú, la reducción de pobreza en los últimos treinta años fue del 60% de la población a solo 20%. De ese total de reducción de pobreza, el 75% se considera como aporte privado y el 25% restante contribución de los programas sociales del Estado y de la cooperación internacional.
Por todas estas consideraciones preservar, fortalecer y promover al sector privado, es la única alternativa que tenemos los peruanos para enfrentar la pobreza y los problemas económicos y sociales acumulados. Y es la única manera también de defender las libertades políticas, porque no hay libertades en general sin libertades económicas. A reaccionar, pues.
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