Durante los años cincuenta y sesenta las izquierdas com...
Cuando el presidente Sagasti señaló que “lo que no queremos es que el que tiene plata se vacune y el que no tiene plata, no se vacune”, en el acto, evocamos los mejores momentos de la revolución velasquista y ese discurso marxista, colectivista, que dejó su impronta en la segunda mitad del siglo XX y arruinó económica y socialmente al país.
Sin embargo, también existen otros hechos que revelan que el discurso colectivista, estatista o simplemente chavista, está de regreso con todas sus mayúsculas y minúsculas. El ex presidente Vizcarra, protagonizando el peor manejo de la pandemia en el planeta, embistió contra las farmacias privadas y los colegios privados, e incluso hizo el amague de estatizar a las clínicas.
Como todos sabemos detrás del gesto populista siempre está la pura demagogia. La administración Vizcarra intentó responsabilizar a las farmacias privadas de la escasez de genéricos contra el Covid, pese a que el Estado (Minsa, Essalud, sanidad policial) controla el 80% de la oferta de los medicamentos. Igualmente, el ex jefe de Estado pretendió culpar a las clínicas privadas de la falta de camas UCI y medicamentos, no obstante que este sector solo atiende al 5% de la población. Así es el populismo, frívolo e irresponsable.
El presidente Sagasti ha resucitado el discurso marxista de “la lucha de clases”, pese a que el Estado peruano sigue gastando más de US$ 60,000 millones en los gobiernos central, regionales, locales y empresas públicas. De ese monto total, el 80% es aportado por el sector privado. Es decir, el sector privado sigue parando la olla de la actual burocracia estatal que no puede equipar hospitales, comprar camas UCI, proveer de oxígeno a la sociedad ni comprar vacunas para garantizar la inmunización de los peruanos en el 2021.
Cuando se habla de la posibilidad de que alguien con plata se inmunice y otro sin plata no, entonces, se repite el mismo argumento que utilizó la administración Vizcarra en contra de las farmacias privadas, las clínicas y la educación privada. Es evidente que se busca esconder el fracaso del Estado en la provisión de las vacunas a la sociedad pese a que, simplemente, los recursos sobraban.
Por si existen algunas dudas con respecto al regreso del discurso colectivista, vale señalar que la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria y su reemplazo por una ley colectivista y anti inversión –que establece una remuneración especial para el agro y relativiza la flexibilidad laboral– se aprobó en pared entre el Ejecutivo y el Congreso controlado por la izquierda colectivista del Frente Amplio.
En otras palabras, no sería exagerado sostener que las corrientes colectivistas y anti inversión hoy controlan el Ejecutivo y el Congreso, pese a no haber ganado una elección nacional. Por ejemplo, en el ministerio de Educación (Minedu) también se percibe una clara tendencia colectivista y anti inversión. Se acaba de aprobar un reglamento que podría llevar a la quiebra a cerca de 10,000 colegios privados por las exigencias en inversiones en infraestructuras planteadas en precisos momentos en que la pandemia obliga a implementar clases no presenciales, y ha puesto al borde de la quiebra a miles de emprendimientos educativos.
El discurso de “los pobres y ricos” entonces está de regreso en la agenda nacional y debería convertirse en un asunto de primer orden en las cercanas elecciones nacionales. La voluntad de la sociedad y del sector privado de importar y distribuir vacunas, pues, es vista como una amenaza antes que una voluntad de colaborar, de establecer una alianza público-privada, para inmunizar a la sociedad en el 2021 y focalizar los recursos escasos en los más pobres y excluidos.
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