Editorial Cultura

¿Celebrar el 12 de octubre?

Nueva edición de S.P.Q.R.

¿Celebrar el 12 de octubre?
  • 14 de noviembre del 2021

Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.

Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).

En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.

 

 

POR RAÚL MADRID.

Hace unos días se recordó en el mundo hispánico la gesta del descubrimiento de América en 1492. La festividad era conocida en España –desde 1958 y hasta hace poco– como el Día de la Hispanidad, aludiendo a su papel en la configuración de los pueblos transoceánicos de esa estirpe. En nuestro continente tomaba el nombre del Día de la Raza (Española), que era por lo demás la denominación original desde la creación de la efeméride en 1913, por el ministro español Faustino Rodríguez-San Pedro. Su objetivo era fomentar la unión de los países iberoamericanos en torno a bienes e ideales comunes.

Hoy parece quedar poco de este espíritu. Las noticias, reportajes y declaraciones públicas destacan los aspectos más negativos del descubrimiento y conquista de los nuevos territorios. Se denuncia que las potencias europeas habrían reducido y sometido a los indígenas, presididos por una insaciable sed de dominación y codicia. Este discurso comenzó a fraguarse desde los así llamados “pueblos originarios”, y fue rápidamente capturado por las corrientes doctrinales de izquierda, que lo dotaron de una estructura dialéctico-neomarxista (hombre no blanco, pagano y culturalmente débil, que entabla una lucha épica para liberarse de hombre blanco, católico, colonizador). Este mensaje prosperó a partir de una impresionante difusión por la red, una “narración” académicamente bien organizada, y la posibilidad de obtener prebendas a causa del supuesto despojo económico y cultural, que pronto hizo descender la cuestión hacia ribetes más prácticos.

Aquí, una muestra del discurso: “Desgraciadamente, celebramos a un hombre que fue brutal con los nativos e hizo lo que fuera necesario para violar las tierras de los nativos. Decimos que ‘Colón descubrió’, pero esa palabra ‘descubrió’ no es exacta. Ya había gente viviendo en esas tierras. Hombres, mujeres y niños que hacían su vida allí hasta que se vieron obligados a acatar el dominio de España, morir o convertirse en esclavos (Courtney Lynn, “Why do we still celebrate Columbus Day?”, Liberal America, 2013). 

Si ponemos un poco de atención, sin embargo, la letanía tiene un defecto fundamental. En esta historia tan bien contada por la corrección política y otras estrategias de dominación del lenguaje, los “pueblos indígenas” aparecen como unas realidad abstracta, perfectamente encapsulada que ha viajado en el tiempo desde los siglos XV y XVI hasta nuestros días, y ha descendido intacta en nuestro tiempo para reclamar, como la bella durmiente, sus posesiones, territorios, y sobre todo ese lucrativo estatus moral de víctima que tan a gusto se luce.

Lamentablemente, esto no se corresponde con la realidad. Los indígenas de la colonización española se mezclaron con los europeos, desde el Río Grande hasta la Patagonia. Esta mixtura no solo tuvo un contenido biológico, perfectamente demostrable con unas cuantas pruebas de laboratorio, sino fundamentalmente cultural. En este último aspecto destacan dos detalles que representan un serio dolor de cabeza para los apóstoles de las reivindicaciones contemporáneas: el religioso y el lingüístico. Los habitantes de la América hispana se convirtieron a la fe católica. Esto, a pesar de que al mundo contemporáneo le cueste comprenderlo, es un cambio cualitativo radical operado en la existencia del bautizado: el surgimiento del hombre nuevo, la gracia santificante y las gracias actuales. Con este solo acontecimiento ya no se puede hablar de una comunidad indígena pagana, virginal, suspendida en el espacio histórico.

Pero hay más. Es sabido que la cosmovisión del mundo se encuentra influida por la lengua. El idioma forma con las personas una unidad que les otorga sentido a ellas mismas. Esa unidad no proviene de una consistencia lógica interna, sino de una posición también existencial. No se trata de un repertorio de palabras con absoluta correspondencia con la realidad: el mundo se clasifica después de que los hombres entregan su visión de él, y esto ocurre a través del lenguaje (Martinét). Tal individualidad indesmentible se hace patéticamente evidente en las voces de algunos mandatarios que exigen excusas de España, pronunciando el pedido en español. 

Bastaría con estos dos elementos culturales (hay muchos más, en sentido material), para comprender que el reclamo de una identidad pasteurizada de indígena primigenio no es posible, es un “constructo” ideológico destinado a obtener resultados políticos. Las poblaciones de América, de cada país, son una realidad diferente tanto de la española como de la aborigen, tienen una identidad formada a la vera de la historia y de la sorprendente configuración de su propia conciencia nacional, con productos culturales significativos e insustituibles (como todo producto cultural). No cabe pues retrotraer su idealización a un supuesto estado de naturaleza, y menos para convertirlo en reivindicaciones prácticas, destinadas obviamente a sumar réditos políticos. 

Visto así, el 12 de octubre (llámese como se llame) es indudablemente una fecha para celebrar el nacimiento de pueblos reales, que existen en su espléndido mestizaje. Y no de entelequias artificiales configuradas en la línea de las grandes abstracciones a las que nos acostumbró el racionalismo de la Ilustración.

  • 14 de noviembre del 2021

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