Mariana de los Ríos

Task: Crimen y redención

Reseña crítica de una de las mejores series de TV del año

Task: Crimen y redención
Mariana de los Ríos
28 de octubre del 2025

 

Con Task, la recién concluida serie de HBO, Brad Ingelsby (Pensilvania, 1980) consolida un estilo que ya había insinuado en Mare of Easttown (2021): el retrato preciso y doliente de la clase trabajadora de Pensilvania. Su nueva miniserie, de siete episodios, no busca reinventar el drama criminal ni disfrazarse de metáfora filosófica. Prefiere observar —con la calma del que conoce bien el terreno que pisa— las fracturas morales y espirituales de sus personajes. Lo que comienza como una investigación policial se transforma pronto en una radiografía de la culpa, el perdón y la imposibilidad de escapar del pasado.

El relato se abre con Tom Brandis (interpretado por el reconocido Mark Ruffalo), un reclutador del FBI que vuelve a la acción tras una tragedia personal. Su jefa lo pone al frente de una fuerza de tarea destinada a resolver una serie de robos en casas vinculadas al tráfico de drogas. Lo acompañan Anthony Grasso (Fabien Frankel), Aleah Clinton (Thuso Mbedu) y Lizzie Stover (Alison Oliver), todos con sus propios fantasmas y heridas. Paralelamente, la serie sigue a los asaltantes: Robbie Prendergrast (Tom Pelphrey), Cliff Broward (Raúl Castillo) y Peaches (Owen Teague), pequeños delincuentes que utilizan su trabajo de recolectores de basura para estudiar a sus víctimas.

A partir de ese punto, Task entrelaza los dos lados del tablero: policías y criminales que se confunden en un mismo paisaje emocional. Ingelsby no construye héroes ni villanos; lo que muestra es una humanidad en ruinas. Tom fue sacerdote antes de ingresar al FBI, y su historia familiar —un hijo preso, una hija adoptiva consumida por la culpa— lo convierte en una figura trágica más que en un investigador infalible. Robbie, por su parte, carga el peso de un hermano muerto, una familia rota y un intento desesperado por mantener algo de dignidad entre los escombros.

La serie avanza como un río turbio: cada episodio suma nuevas capas de revelación moral y pequeñas derrotas íntimas. Cuando un golpe sale mal y los ladrones terminan con un niño secuestrado y un cargamento de drogas en lugar de dinero, la trama se tensa y se oscurece. Pero el interés de Ingelsby no está en el suspenso, sino en las consecuencias: qué hace la violencia con quienes la ejercen y con quienes la padecen. El perdón, tema central, se explora desde distintas vertientes —religiosa, familiar, personal— sin que nadie encuentre respuestas claras. “Es fácil hablar de perdón cuando no se trata de tu pérdida”, dice Tom, sintetizando el espíritu del relato.

El elenco sostiene esa densidad emocional con actuaciones impecables. Mark Ruffalo ofrece una interpretación de registro contenido y devastador, marcada por un cansancio físico y espiritual que parece impregnar cada plano. Tom Pelphrey, en cambio, aporta un carisma sombrío; su Robbie es el corazón doliente de la serie, un hombre atrapado entre la culpa y la imposibilidad de redención. Emilia Jones, como Maeve, la sobrina que intenta sostener a una familia que se desmorona, aporta una humanidad frágil que equilibra la brutalidad del entorno.

Visualmente, Task es tan precisa como sus guiones. La fotografía captura la aspereza de los suburbios industriales y la belleza indiferente del paisaje rural, ese territorio donde los secretos parecen filtrarse entre los arroyos y las fábricas abandonadas. Hay algo en la luz gris y en los silencios que recuerda que, en este universo, la esperanza siempre llega tarde.

Hasta aquí la serie funciona como una pieza de artesanía narrativa: sobria, coherente, absorbente. Pero en su segunda mitad, cuando la serie se adentra en los dilemas éticos y espirituales que plantea, aparecen algunas grietas. Ingelsby, tan hábil para construir personajes complejos, se permite momentos de excesiva gravedad. Algunas escenas parecen subrayar demasiado su intención moral. El ritmo también sufre: episodios de más de una hora sostienen la tensión emocional, pero en ocasiones la estiran hasta el límite. 

Aun así, Task serie logra evitar el cliché del heroísmo o la redención milagrosa. Nadie sale ileso, ni los criminales ni los agentes del orden. La justicia legal casi no importa: las verdaderas condenas son interiores. Y cuando el último episodio cierra su círculo, lo que queda no es la solución de un caso, sino la certeza de que el dolor, como la fe, no se resuelve; se sobrelleva.

Mariana de los Ríos
28 de octubre del 2025

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