Cecilia Bákula

Rosa de Lima: una rosa de su tiempo para nuestro tiempo

Un símbolo de peruanidad y un potente testimonio del mestizaje

Rosa de Lima: una rosa de su tiempo para nuestro tiempo
Cecilia Bákula
09 de septiembre del 2024


Si bien la liturgia recuerda a santa Rosa de Lima a nivel mundial el 23 de agosto, en el Perú la celebramos de manera especialísima cada 30 de agosto. Ese día el sentimiento nacional y el orgullo salen a flor de piel pues se trata de una mujer excepcional en muchos aspectos ya que en su vida buscó, con una profunda humildad, ser una persona de servicio y entrega. Su historia se mezcla mucho entre la realidad, la imaginación y la buena voluntad de muchos de sus devotos, lo cierto es que hoy por hoy, las investigaciones han avanzado mucho, hasta acercarnos a descubrir, casi con certeza, lo que podría ser el rostro de la santa limeña, cuya fama, iniciada cuando ella estaba en vida, trascendió nuestro continente; es la santa con más presencia en todo el mundo católico y la primera mujer canonizada en este continente.

Isabel Flores de Oliva nació en esta ciudad el 10 de abril de 1586, siendo la cuarta de 13 hermanos y fue bautizada en la parroquia de San Sebastián, en mayo de ese mismo año, con el nombre de Isabel Flores de Oliva. Hay varias explicaciones respecto al uso del nombre de Rosa y no pocas especulaciones que incluso llevan a señalar que a ella le disgustaba que se le llamara así, porque le parecía un nombre veleidoso, hasta que supo de Santa Rosa de Viterbo, una religiosa franciscana italiana del siglo XII a quien aprendió a imitar. Quizá valga mencionar que en la misma pila bautismal, recibió el primer sacramento, san Martín de Porres y con esto queremos destacar que nuestro país es una tierra fecunda en frutos de santidad. Como resultado de la primera evangelización contamos además con santo Toribio de Mogrovejo, san Francisco Solano y san Juan Macías; recientemente se ha activado el proceso de Francisco del Castillo, el sacerdote jesuita que atendió a los más pobres y leprosos de El Rímac y que inauguró la costumbre de meditar la pasión de Cristo en el llamado “sermón de las tres horas” que se pronuncia cada viernes santo; en tiempos recientes, la beata Aguchita, asesinada por la crueldad del terrorismo, es también fruto de la constante presencia de la Iglesia en nuestra tierra. Ya desde los primeros momentos de la llegada del mensaje cristiano a nuestro mundo, podemos repetir aquello que, “desde entonces el jardín florecía y, lleno de perfumes, florece todavía”.

Y respecto a nuestra santa, podemos mencionar que si bien su padre, don Gaspar Flores, arcabucero en la guardia del palacio del virrey debió tener una situación acomodada, la realidad se fue tornando bastante distinta y la familia pasó no pocas penurias, por lo que cuando Rosa tenía 12 años debieron dejar Lima pues su padre fue nombrado administrador del obraje situado en las cercanías de Quives y allí permanecieron por espacio de cuatro años. Estando en Quives, recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, quien hacía por entonces una visita pastoral a toda su diócesis, le puso el nombre de Rosa.

De regreso a Lima, la familia vivirá momentos de gran estrechez económica, Rosa debe ayudar con trabajos manuales y bordados para el sustento familiar. No obstante, como hacía desde niña, gustaba de la oración y la lectura porque a pesar de la época, ella tenía una excelente instrucción y leía todo lo que llegaba a sus manos. Su madre, deseaba que como cualquier otra joven, Rosa contrajera matrimonio, pues de conseguir un buen partido, se podría asegurar cierto bienestar para la familia en general. En el huerto de su casa Rosa construye una pequeña celda donde pasa parte del día dedicada a la oración y sale de su casa solo para asistir a misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos, compartiendo con ellos sus propias raciones, ya que en casa, los alimentos no eran abundantes. Tiene muchas experiencias místicas pues el mismo Cristo se le aparece en la forma de un tierno niño al que ella llama “Mi doctorcito”. Desde entonces y con no poco recelo familiar, la gente la admiraba por la dedicación con que atendía a los más necesitados. Incluso su propia madre, que se oponía a estas prácticas, reconoció luego la excepcionalidad de su hija y muerta ésta, dio testimonio de todos los detalles de vida contemplativa, oración y caridad cuando ella misma ingresó como religiosa de clausura.

En el año 1606 se consagró a Dios, convirtiéndose en una laica entregada a la vida religiosa como Terciaria dominica. Su deseo juvenil fue ingresar al monasterio de Santa Clara, como religiosa de clausura, pero la realidad de su familia no lo permitía. Ella siguió viviendo en el hogar de sus padres e hizo votos privados de pobreza, castidad y obediencia, de los que solo conocía su hermano y confesores.

Entre sus santas patronas, ella tenía una especial devoción por santa Catalina de Siena y quiso imitarla viviendo también un matrimonio espiritual con Jesús y así hizo unos esponsales místicos que se sellaron el jueves santo del año 1607, con la ayuda de su confesor y la sigilosa y silenciosa complicidad de su hermano Hernando. En esa oportunidad, ella escucha esas hermosas frases del Señor que le pregunta“Rosa, Rosa, ¿quieres ser mi esposa?” A lo largo de su vida ella le cantó al AMOR y se guardan algunas hermosas coplas compuestas y cantadas por nuestra santa como esta: “Ángel de mi Guarda, vuela y di a mi Dios que por qué se tarda, que por qué se tarda. Joven celestial, vuela al Criador, dile que sin vida yo, viviendo estoy. Dile de mis ansias el gran rigor, pues vive el que espera y me muero yo. Ruégale que venga hacia mí veloz; muéstreme su rostro que muero de amor. “

Rosa falleció en la plenitud de su juventud, a los 31 años de edad, poco después de la medianoche; al empezar el 24 de agosto de 1617, susurrando: “Jesús, Jesús sea conmigo”. Los testigos señalaron que la habitación recibió lluvia de pétalos de rosa y que su cuerpo expedía un aroma limpísimo y agradable. Su muerte se produjo en la casa de la familia de la Maza, amigos de los Flores-Oliva. El cuerpo fue revestido con el hábito de las religiosas dominicas y luego de un breve velatorio, como era de rigor, fue trasladado en un cortejo público que devino en una procesión multitudinaria que partió del lugar donde falleció nuestra santa hasta el convento de Santo Domingo.

Fue la primera americana canonizada; así lo proclamó el Papa Clemente X en 1671. Hoy en día, cuando vamos hasta su casa y depositamos nuestros deseos, escritos en una carta y la echamos al pozo que se encuentra en el jardín de la Basílica de Santa Rosa de Lima en nuestra ciudad, estamos seguros que nuestra querida santa asume nuestras causas como propias.

La devoción a Santa Rosa se inició con ella en vida; los testimonio de los milagros que ella realizó y el conocimiento de su santidad han llegado a todos los continentes y ello nos demuestra que su semilla cayó en tierra fértil y sigue dando frutos.

Santa Rosa sigue siendo un símbolo de peruanidad y un testimonio potente del mestizaje. Hoy el mundo entero la reconoce en sus virtudes extraordinarias y su culto, veneración y recuerdo se asocian a la riqueza cultural de nuestra patria.

Cecilia Bákula
09 de septiembre del 2024

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