Eduardo Zapata
Reformas políticas y gestión
¿Qué deberían ser los partidos políticos?

A la luz de lo ocurrido estos días, hoy más que nunca necesitamos pensar nuestra democracia y los signos que esta exporta a sus usuarios. Revisar pasos dados para poder proyectarnos y no caer –por default– en viejos y fracasados corporativismos dictatoriales –llamados democracia– ni mantener el statu quo que los alimenta.
De allí que resulte indispensable superar la antinomia democracia directa / democracia representativa para no hacer de la primera un pretexto del corporativismo dirigista. Y más bien hacer de la segunda un instrumento que propicie gestión.
Conviene así imbuirse del espíritu de dos grandes del pensamiento.
El primero de ellos nos habló en prosa. Se trata de Alexis de Tocqueville. En su monumental obra De la democracia en América. Ya en aquellos años aurorales de la democracia nos advertía lo siguiente: “Lo que acostumbramos a llamar instituciones necesarias, muchas veces son instituciones a las que nos hemos acostumbrado”.
Y el segundo pensador que evocaría es un poeta, no por ello menos profundo en sus reflexiones. Es Walt Whitman en sus reflexiones sobre América y la democracia. Dice él en América: “Lugar de hijas iguales, de hijos iguales / Todos, todos amados del mismo modo, grandes, pequeños, / jóvenes o viejos, / Fuerte, enorme, justa, imperecedera, poderosa fértil, / Eterna con la Tierra, la Libertad, la Ley y el Amor, / Una madre majestuosa, prudente, imponente, / sentada en el diamante del Tiempo”.
Pero también nos advierte: “El futuro no es más incierto que el presente”.
Premunidos de lo anterior –al margen de las reformas inmediatas de las que solemos hablar– comparto con ustedes una experiencia que venimos testeando durante tres años con diferentes públicos objetivo, en el Perú y algunos otros lugares del mundo. La compartimos no como receta, sino como un insumo para el pensamiento. Veamos solo algunas respuestas relevantes de este testeo.
A la pregunta ¿qué deben ser los partidos políticos?, las personas parecen afirmar sostenidamente que los partidos –más allá de su orientación ideológica– deben ser entes vivientes en permanente conexión con los ciudadanos. Siendo su deber principal formar cuadros meritocráticos con altas competencias para que, de ganar elecciones, puedan gerenciar el Estado eficientemente.
Por otro lado se pide a los partidos políticos que sean permanentes think tanks –sean o no gobierno– precisamente para no perder ni conectividad ni competencia en la gobernanza.
A este punto más que a una representación geográfica o a un número arbitrario de electores se pide a los partidos políticos que tengan los mejores técnicos en temas de interés comunitario. Que se discuten abierta y permanentemente, se confrontan con los de otros partidos y se enriquecen. Todo indica que para el ciudadano común no prevalece el número de representantes, sino la probada y probable eficacia de su eventual gestión.
Y un dato más que interesante y revelador. La gente no espera planes de gobierno gaseosos y genéricamente justificados en la ideología partidaria, sino espera contratos de gobierno. Al detalle. Sector por sector. Con montos. Con plazos de ejecución. Con actores identificables y procesos transparentes. Todo ello vinculante: si no se cumple el contrato, se resuelve parcial o totalmente.
Es claro que la implementación de un modelo de gestión así obligará a nuevas estructuras organizativas del Estado. Obligará, por ejemplo en el caso del Perú, a redefinir la regionalización. A declarar la obsolescencia de instituciones que no sirven absolutamente para nada y a hacer surgir otras que sí sean verificablemente útiles para el ciudadano.
Podríamos seguir dando datos sobre este interesante, apasionante y revelador testeo. Pero dado que, como lo hemos adelantado, no se trata de plantear recetas, no es conveniente hacerlo. Porque el objetivo de esta nota es propiciar el país y eso pasa por propiciar pensamiento.
COMENTARIOS