Darío Enríquez

¿Qué está sucediendo en el mundo de hoy?

Tal parece que la lógica y la razón se han vuelto anacronismos

¿Qué está sucediendo en el mundo de hoy?
Darío Enríquez
07 de marzo del 2023


De un tiempo a esta parte, podría decirse que en las últimas dos décadas, ciertos valores se habrían revertido, subvertido o pervertido. Otros, estarían definiéndose y redefiniéndose a partir de referentes muy diferentes a los originales. Cuando se habla de “nuevo orden” no solo se evocaría otro sistema político de gobernanza mundial. Se trataría en verdad de imponer nuevas formas de hacer, decir y pensar nuestra realidad, liquidando a ese mundo de estados “soberanos” que dominó la escena en los últimos 250 años.

Nuestro mundo moderno, hasta hace muy poco, se reconocía tributario del denominado “Siglo de las Luces” (morbosamente anticlerical en Occidente). También nuestro mundo se preciaba de haber entronizado a la razón como el valor intelectual supremo, de haber logrado que la ciencia y la tecnología sean heraldos indiscutidos del inédito bienestar material que vivimos, elevando todos sus guarismos e indicadores a niveles inimaginables.

Todo empezó a ponerse de cabeza cuando esas “Luces” empezaron a diluirse en el horizonte de la posmodernidad. Cuando la razón se convirtió en “intolerancia” y los avances tecnológicos nos redujeron a penosos adictos de una vana superficialidad. Las reflexiones de pensadores que advirtieron antes que nadie este oscuro devenir, se convirtieron en profecías de nuestra decadencia posmoderna.

“Todo da igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor” nos decía la letra del inmortal tango “Cambalache”. Don Enrique Santos Discépolo quedó corto. Hoy tenemos legiones de “pulpines y pulpinas”, incluso cuarentones, cuerentonas, cincuentones y cincuentonas, que echan al traste la razón, esgrimiendo sensaciones y sentimientos como argumentos falaces. En algún contexto estas sensaciones y sentimientos podrían ser atendibles, pero de ningún modo pueden reemplazar en forma sistemática a la razón y mucho menos con el concurso de “una ley” que así lo determine.

Desde su torre de marfil en supuesta superioridad moral, los posmodernos nos exigen “empatía” para con quienes destruyen la lógica y la razón, haciendo prevalecer sus falsos derechos que nacen de lo que ellos “sienten” ¡Al diablo con la realidad! Me pregunto ¿por qué ellos nos exigen empatía y sin embargo no tienen empatía con nosotros? Es que la “empatía” es uno de esos términos fetiche que usan los posmodernos para imponer su agenda seudo cultural. Nada más contradictorio que exigir empatía. Ese es un valor que sólo puede aplicarse a sí mismo, porque si se exige a terceros, se cae en una de esas paradojas que en analogía al espacio-tiempo, causa una fractura que haría colapsar al universo.

El espectáculo penoso de hombres que se “sienten” mujeres y entonces participan en torneos deportivos femeninos en los que tienen toda la ventaja a su favor para ganar frente a mujeres “biológicas”. Peor aún, algo tan elemental como esto no se impide, sino que se fomenta. Ya hay una docena de mujeres que han sufrido daño físico cerebral casi irrecuperable por haberse sometido a palizas de hombres que se “sienten” mujeres en box y otros deportes similares. Poco o nada que celebrar este 8 de marzo con pasivos tan elementales y evidentes como estos. Decía Mark Twain: “Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que han sido engañados”. Nunca tan certera esa frase que aplicada a lo que vivimos hoy con la terrible mezcla de manipulación mediática, corrupción de comunicadores sociales y alquiler de discursos al mejor postor. 

Esa sensibilidad para defender los huevos de tortugas de sus depredadores naturales, claro que puede y debe ser compartida. Pero hay un evidente contraste cuando muchos de esos mismos defensores animalistas tratan con absoluta frialdad y cosifican al bebé humano en gestación, llamándolo “amasijo de células desechables” y actuando en consecuencia: se les aniquila abortándolos con crueles procedimientos, que van desde la combustión química de su cuerpecito para su posterior desecho hasta el desmembramiento vivo parte por parte, llamando “interrupción” y “salud reproductiva” a tales procedimientos. Jugar con las palabras, vaciarlas de contenido e incluso revertir y pervertir su significado, es moneda corriente en la praxis de los falsos intelectuales e ideólogos posmodernos. Recurren además con frecuencia al éter del siglo 21: el constructo social. El sufrimiento de una madre gestante no puede encontrar solución en la destrucción de una vida como la del bebé engendrado. La humanidad nos exige encontrar otras vías para enfrentar la delicada situación. Asesinar al inocente no es la solución.

No sorprende que desde esa visión retorcida y nada humana de la realidad, ciertos personajes llamen “jóvenes que sufren” a vulgares y sanguinarios delincuentes. Indignante. Hacen gala de una tolerancia pervertida, defendiendo a las bandas de delincuentes (maras salvatruchas) que están siendo recluidas en penales de máxima seguridad, como parte de un virtuoso proceso de pacificación en una hermana nación centroamericana. Seguramente hay entre esos jóvenes encarcelados, algunos inocentes que sufren las consecuencias de acciones humanas imperfectas. Estar en el lugar menos indicado y el momento incorrecto, puede hacernos víctimas de las circunstancias. Atendamos lo más pronto posible esos casos, pero no permitamos que los delincuentes se salgan con la suya apelando a una falaz visión de la realidad.

Es clamoroso. Esos mismos personajes no dicen nada de tanta gente del pueblo que ha sufrido las crueldades sin nombre de esos delincuentes y sus bandas de horror ¿Cómo es posible que no lo vean? Citemos a Dostoievski: “La tolerancia llegará a tal nivel que a las personas inteligentes se les prohibirá pensar para no ofender a los idiotas”. El problema es grave cuando esos idiotas llegan a tener poder y son responsables de conducir el destino de las naciones.

Darío Enríquez
07 de marzo del 2023

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