Por el momento… polo bicolor

El mensaje, la confianza perdida y las ambiciones de poder

Habitualmente, el mensaje presidencial es oportunidad para hacer un balance de logros. Cómo no, también de problemas y asuntos pendientes. Y constituye ocasión para anuncios de futuro. Fundamentalmente, orientados a la búsqueda de la confianza.

De hecho, este 28 el Presidente habló de logros. De las “reformas” hechas y por hacer que –se dice- deberán pronto mostrar sus resultados y hacer frente a la desconfianza. Porque si bien hay y habrá más papeles anunciando cambios en educación, salud y la meritocracia en la carrera pública, hasta ahora todo ello no es sino fantasmagórico. Con todas las excepciones que se han introducido y se introducen –por ejemplo-  Servir sigue siendo un bonito proyecto que hasta el momento transita más bien por el servir-nos. Obvio a quienes trabajan en la planificación, diseño y gestión del programa. Así como a sus asesores y consultores. Como se ve también particularmente en los sectores educación, cultura y salud.

Entre los logros se anunció la materialización de la modernización de la refinería de Talara, la línea 2 del Metro Ate-Callao y el gaseoducto del sur. Obviando, claro, que se trata de obras cuestionadas en costos (sobrevaluados al decir de expertos) y a ser financiadas en asociaciones público privadas, pero con nuestros impuestos. Sin habernos consultado, por cierto.

En esta misma línea ha habido propuestas para la llamada diversificación productiva del país. Promesa mercantilista que faltando un año efectivo de poder real de un gobierno que está de salida debería, más bien, haber significado anuncios para mayores inversiones en conectividad e infraestructura que propicien una sana diversificación de las inversiones. Porque lo que se ha anunciado es un complejo proceso de cohabitación entre Estado y empresa.

Obvio que en nombre del combate a la desigualdad e inequidad, vienen más proyectos sociales. Dádivas multiplicadas. Que así como Qali Warma no sirve para combatir la anemia-que ha aumentado y es matriz de desigualdad por siempre- se trata de programas que tampoco combatirán la anemia de inversiones.

La Hoja de Ruta no era solo un instrumento para garantizar el modelo económico. Era –sobre todo- un compromiso con la institucionalidad democrática basada en la independencia de Poderes, en el libre juego de elecciones y en el debido respeto a los rivales políticos. Ya esto el Presidente lo había hecho saltar en pedazos con la expresión “concentración democrática” refiriéndose a que al interior de su Partido no interesaba la voz de las mayorías, sino la de un coaptado Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que –lo sabemos- es la voz de su esposa. Que efectivamente ha concentrado poderes públicos y transita por la seducción de perpetuarse en y con ellos. Más allá de los límites constitucionales.

Lo había adelantado Ana Jara: se dará prioridad a la inversión en infraestructura y, particularmente, al gasto social. ¡Satisfacción para el polo rojo! Posible clientelismo político. Porque ya adelantamos a qué precio podría ser la nueva infraestructura y porque los programas sociales suelen ser dádivas para la perpetuación en el Poder.

Lo hemos visto en la elección de la señora Solórzano. Es factible tercerizar el Poder en el 2016, aún con “fuerzas opositoras”. ¡Satisfacción para el polo blanco! Eso si los idus de marzo no son favorables para que estas mismas fuerzas apoyen –sin remordimientos y vía interpretaciones auténticas o inauténticas- la candidatura de la señora Heredia en el 2016.

Lo nuestro es una “aventura política”, lo dijo el Presidente. Y lo es con polo rojo o polo blanco. Erraron quienes creyeron que la dicotomía era entre la Gran Transformación y la Hoja de Ruta. Porque la confianza perdida y las ambiciones por el Poder pueden propiciar que los “aventureros” yerren en el camino democrático.

Por Eduardo Zapata