Pobrecitos los viejitos

Si usted anda en ese grupo etario al que se suele aludir como ´cuarentones´ siga leyendo esta página porque le interesará. Y es que para el 2050 –aquí casi a la vuelta de la esquina– más del 20% de peruanos será mayor de 60 años. Entonces, ´viejitos´.

Carlos Eduardo Aramburú es un antropólogo con escalpelo. Siempre con la data precisa y acaso aun hiriente para muchos, pero reveladora. Y en un reciente artículo –Radiografía de nuestro envejecimiento– nos dice que si a mitad del siglo XX solo el 5.7% de los peruanos superaba los 60 años, para el 2050 ese porcentaje subirá al 21.8%. Grosso modo ¡Subiremos de casi 300,000 a 7 millones!

Y entonces nos advierte Carlos acerca de la ausencia de políticas públicas para la vejez.

Algunos paliativos por aquí y otros por allá, pero ningún programa integral. Al punto que nuestro experto y reputado consultor del Banco Mundial, del PNUD, del Banco Interamericano de Desarrollo –entre otros organismos– nos dice: “La calidad moral de una sociedad se manifiesta en el cuidado y la atención que se brinda a la infancia y a la vejez. Es indiscutible que hay mayor consenso y programas de protección de la niñez que de la tercera edad. Por ello, falta definir y ejecutar una política integral para el adulto mayor, a pesar de que este no es el grupo predilecto, pues la mayoría de nuestros políticos solo se preocupan por el corto plazo”.

En una sociedad informal y con un sistema previsional deplorable, el dato proporcionado por Aramburú es crucial. ¿Cómo integraremos los signos, conductas y economía en un país que consideraría como ´no productivo´ al 20% de su población?

Aparte de las razones morales aludidas por Aramburú, hay necesidad de que particularmente los señores economistas y políticos prevean este escenario y vayan dibujando un sistema que integre productividades. Porque los mayores de 60 años gozarán de buena salud, querrán y podrán trabajar y serán una masa crítica con voz. De donde serán actores políticos.

Algún candidato, en la noche de los tiempos, se hizo un espacio diciendo ¡Pobrecitos los viejitos! En verdad no hizo mucho por ellos. Toca hoy que con urgencia, se pase de la demagogia a la urgencia de una realidad que –lo reiteramos– está a la vuelta de la esquina.