No quiero, no quiero… échamelo al sombrero

“Yo no soy político” acaba de decir a un periodista extranjero el dirigente sindical Castillo Terrones. Cuando todos sabemos que el quehacer sindical es político, aun cuando lamentablemente muchos dirigentes hayan reducido lo político a la reivindicación de dinero. Por añadidura, todos sabemos también que el señor Castillo no solo es político sino que utilizó al desaparecido ministro Maraví para que le reconociera a su sindicato –el FENATEP, de clara filiación maoísta– en el primer día al frente del Ministerio de Trabajo. Cumplida esa misión, ya sobraba.   

Entre agosto y octubre del 2021, sostuvimos en varios artículos en este mismo portal varias cosas. Todas derivadas de la lectura de los signos que consciente o inconscientemente exportaba el inquilino de Palacio y todas avaladas por la investigación científica.

1. Dijimos que estudios realizados por la Universidad de Oxford señalaban que “la baja estatura aumentaba las probabilidades de ser paranoico, desconfiado y de tener miedo a los demás. Y ya sabemos que la paranoia implica no solo desconfianza sino hasta la sensación de ser perseguido. De allí la agresividad, de rodearse de gente muy cercana aun cuando carezca de competencias”.
2. Señalamos también que, técnicamente, el señor Castillo era un analfabeto funcional. O sea “aquella persona que aun teniendo títulos o grados universitarios, es incapaz de ejercer competencias sobre la lectura y la escritura… Requisitos indispensables para la gobernanza de un país”.
3. En otra nota hicimos alusión a investigaciones que señalaban “que los analfabetos funcionales, según varios estudios, eran propensos a la sociopatía. De donde la desconfianza les era consustancial”. Y los mismos estudios señalaban que el 80% de la criminalidad estaba vinculada al analfabetismo funcional.
4. Y mencionamos, en fin, que los complejos aludidos y la perturbación psiquiátrica de la sociopatía no solo hacían imposible cualquier consenso, sino que reiterábamos “que estamos en manos del analfabetismo funcional” añadiendo que Perú Libre también representaba la lumpen politik. Todo ello con el aval, como es evidente, del ´honorable´ Vizcarra.

De allí que aquellos ilusos que confiaron en consensos no supieron leer la realidad. De allí que extrañasen alianzas con supuestos ´prístinos´ representantes de la moralidad, en la política y en los medios. De allí que aun cuando la copa del sombrero hiciese crecer a Castillo “hasta 30/35 centímetros”, ello no borraba sino acrecentaba lo que los signos anunciaban. De donde no era un ciudadano “¡De quitarse el sombrero! Debería quitárselo él si sus limitaciones se lo permitiesen. Pero ello es imposible”. Lo posible más bien era la recurrencia a la mentira cínica como tejido de su narrativa política.

Repetimos todo esto porque más allá de los ministros, el problema central es el señor Castillo. Que bien entendidas las cosas ha hecho más política en seis meses –obvio para sus intereses– que mucho de los presidentes que lo antecedieron: está copando todo el Estado y destruyendo la soberanía económica del país y sus ciudadanos.

Vamos a forzar un poco la mitología griega. Sabemos que Hades era el dios del inframundo o reino de los muertos. Y que para llegar a ese mundo había que poner una moneda debajo de la lengua del difunto para ser trasladado en la embarcación de Caronte. La lumpen politik en la que lamentablemente nos movemos no solo nos dice que hay varios Carontes –masculinos o femeninos– sino que estos mismos aseguran para aquel que quiere llegar al reino de Hades la moneda necesaria vía jugosos contratos con el Estado. Y el reino de los muertos, entre nosotros, es el de los ´vivos´.