Arturo Valverde

No pueden vivir sin Alan

Siguen debatiendo con un hombre que ya no puede responderles

No pueden vivir sin Alan
Arturo Valverde
08 de mayo del 2019

 

Hace poco escuché a un periodista decir que los apristas solo sabían hablar de Alan García. En realidad quienes no pueden dejar de escribir y hablar sobre el expresidente peruano son precisamente quienes han vivido durante mucho tiempo de su nombre e hicieron una carrera política persiguiéndolo y acusándolo sin pruebas. Son la izquierda y la derecha de este país, con tribuna pública, que aparecen como sociólogos, historiadores, líderes de opinión, traidores, exapristas y más. Son ellos quienes siguen debatiendo diariamente, y quizás también en sueños, con un hombre que ya no puede responderles. Esto, sin duda, revela que su vida y su existencia no tienen propósito si no hablan de Alan García. Dicho esto, entenderán que algunos tengamos que salir a contestar sus diatribas.

El APRA acaba de cumplir 95 años de fundación. Ha sido y es lo más opuesto a los extremos, y siempre ha sido el fiel de la balanza en este país. Yo creo que los peruanos podrían aprender mucho del aprismo y su historia, si se atrevieran a leer más.

La historia no la van a escribir los Graña ni los Miró Quesada a punta de portadas y titulares. No, la historia la escribirán los miles y millones de personas que gracias al APRA obtuvieron agua potable, luz eléctrica, pistas; los que salieron del analfabetismo, los niños que tienen Colegio Emblemático,y otros más. Son ellos quienes escribirán la historia. No ustedes.

Mientras tanto, la leyenda sigue creciendo. José María Vargas Vila, en el prólogo a la edición de 1918 de su obra Salomé, decía:

“No hay un prestigio igual, al prestigio de la leyenda, por absurda que esta sea; toda leyenda es una aureola que fascina; aún la leyenda del crimen. No se deja de mirar nunca hacia un hombre que tiene leyenda. La historia envejece; la leyenda no; la leyenda es siempre joven, como una primavera y como una aurora; es una zarza siempre florecida en torno a la cueva de un león. Todos esperan ver asomar la cabeza de la fiera, por entre aquel follaje que le sirve de corona. Un hombre que tiene leyenda es infinitamente más atractivo que un hombre que no tiene sino historia. Y eso es porque la historia es transparente y la escriben espíritus ecuánimes y sin pasión. La leyenda no, la leyenda es obscura y fulgurante, como una llama rodeada de humo. Denuncia y oculta al mismo tiempo al hombre que rodea… está poblada de aullidos… porque es inventada y escrita por el odio, por el odio contra los grandes hombres”.

Una vez, en una reunión de varios dirigentes en el local del Partido Aprista Peruano, en plena campaña 2016, si mal no recuerdo, Alan García nos decía que posiblemente al partido le hacía falta una especie de martirologio como el que padecieron nuestros abuelos y padres hacía mucho tiempo, y que quizás cuando llegara ese momento sabríamos realmente con cuántos contábamos. Al final, podrían quedarse solo tres o cinco, pero sabríamos que podíamos contar con esos tres, cinco o diez. Quizás no se equivocó, y después de 95 años de historia pronto sabremos cuántos son, dónde están, quiénes se quedan y quienes se van.

Me gustaría mucho que se publicaran pronto las memorias de Alan García, que estoy seguro que se convertirán en un boom literario. Haya de la Torre nunca escribió sus memorias, así que creo que será un aporte muy importante para las páginas de la historia del Perú. Seguramente algunos esperarán que les haya regalado aunque sea un renglón, una mínima mención. Otros tendrán insumo para seguir alimentando la leyenda que, como decía Vargas Vila, “es escrita por el odio, por el odio contra los grandes hombres”. Y también —acotación mía— por su frustración. Acéptenlo, Alan les ganó.

 

Arturo Valverde
08 de mayo del 2019

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