Manuel Gago
Medio macho, nomás
Cierre del Congreso con cuentagotas

El presidente de la República, Martín Vizcarra no ha tenido las agallas suficientes para cerrar en un solo acto el Congreso de la República. Por popularidad y para ganar tiempo (por estrategia política), Vizcarra ha presentado, durante su mensaje a la nación por Fiestas Patrias, un proyecto de reforma constitucional para adelantar las elecciones y terminar con el mandato de los congresistas y del presidente de la República elegidos en las elecciones generales del 2016.
No obstante haber señalado que “los 34 millones de peruanos” le han manifestado estar en contra del Congreso, el presidente no ha sido firme frente a esta exigencia de la población. Ha preferido hacerla larga. Ha decidido que los propios congresistas decidan su destino, cerrando el Congreso por sí mismos, con cuentagotas, por partes y cucharadas. Vizcarra ha tomado esta decisión porque no tiene bancada definida en el parlamento, ni partido político, ni el apoyo de los altos mandos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú.
“Ya vamos por la mitad”, señaló Vizcarra sabiendo que su mensaje era mecedor y tramposo, con otra intencionalidad. El presidente debió haber comenzado su mensaje por el final y con determinación, sin dubitaciones, dando muestras de que sí, en verdad, puede cerrar el Congreso. Prefirió aburrir al país primero con un discurso estéril lleno de cifras, datos innecesarios y sin señalar algo sustantivo. Hasta el final, sin emocionar ni conmover a nadie.
Lo cierto es que el mandatario continúa perdiendo popularidad. No tiene respaldo real contable. Necesitaba de un acto político que le diera aliento. En la última encuesta de Ipsos, la aprobación de Vizcarra alcanza al 44% de la población. En el sur, la popularidad llega a 36%. En diciembre 2018, la aceptación de Vizcarra llegó a su pico más alto: 66% a nivel nacional. Aún con el apoyo de la gran prensa tradicional y encuestadoras aliados del Ejecutivo, en seis meses, la popularidad de Vizcarra cayó 22%. La campaña de desprestigio en contra del Congreso y de los opositores no ha resultado tan favorable para los intereses del Ejecutivo. La popularidad del presidente es altamente volátil.
Con esta decisión presidencial, la situación del país empeora. Las inversiones continuarán estancadas. La izquierda antiminera seguirá con la cancha libre, intentando bloquear la producción de cobre del país, que representa un 60% de las exportaciones nacionales y un 30% de la renta nacional. El objetivo de las izquierdas del Perú y del marxismo, por intermedio de Vizcarra, era convocar a una nueva asamblea constituyente para desaparecer el capítulo económico de la Constitución de 1993, que le ha cambiado el rostro al Perú desde hace más de 20 años.
Con el anuncio del presidente, la incertidumbre se profundiza en el país. Días antes del mensaje de 28 de julio, Vizcarra se allanó a los gobernadores regionales. Aceptó revisar la licencia de construcción otorgada al proyecto cuprífero Tía María. Durante el mensaje a la nación confirmó la presentación de una nueva ley de minería porque la existente —según la enorme sabiduría del presidente— “es obsoleta” y “tiene más de 30 años”.
La denominada “reforma minera” no es otra cosa que la capitulación de Vizcarra. El presidente de la República abdica de su responsabilidad de estimular la creación de la riqueza, como manda la Constitución Política del Perú. La izquierda antiperuana, financiada por intereses extranjeros, pretende introducir en una nueva ley minera, la consulta previa que, de acuerdo al convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un convenio no vinculante, es para pueblos indígenas y tribales. Esta iniciativa además colisiona con el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que es aprobado en audiencias públicas por los pobladores de las zonas de influencia mineras. Por este mecanismo, el marxismo pretende controlar, coaccionando, la voluntad de los pueblos.
COMENTARIOS