Jorge Morelli

Línea de fuerza

Las elecciones las gana el personaje, no el actor

Línea de fuerza
Jorge Morelli
21 de enero del 2020


Los dados ya están echados. Solo que no hay nada en juego. No hay apuestas, no hay carga, no hay emoción. El resultado es un fiasco por adelantado. No le importa realmente a nadie. Es una decepción, no hay pozo en este juego. No hay significado. Nada que ganar, nada que perder. La elección del domingo y el Congreso que resulte de ella es un trámite que la Constitución manda. Si no fuera eso, nadie se tomaría la molestia. Es un engorro.

A nadie se le oculta que el Congreso de año y medio no resolverá nada. Por el contrario, será más de lo mismo; parte del problema, no de la solución. Un síntoma de la patología de la política peruana. Y todos lo saben. Por eso la mayoría quisiera votar en blanco o viciar su voto o no tomarse siquiera la molestia de votar.

Sobre las consecuencias para la correlación de fuerzas en lo que queda de este malhadado quinquenio –como ha dicho Juan de la Puente en magistral metáfora–, el resultado no producirá siquiera una Blancanieves con siete enanos, sino un alboroto de pitufos donde ninguno tendrá siquiera la autoridad moral –no ya el peso político– para prevalecer sobre los demás.

Conviene extraer, entonces, algunas lecciones respecto de la carrera del 2021. La primera es la de la Constituyente de 1978, que tiene alguna similitud con la elección actual, salvo que no existe necesidad de una Constitución. Todos se precipitaron ávidos a las elecciones, salvo Fernando Belaunde. Sabía que el Perú le tenía una deuda de gratitud y que se la pagaría; pero solo una vez, no dos. Impuso por lo tanto a su partido, incrédulo, la decisión de no ir a a la Constituyente. Se quedó fuera. Con ese solo gesto creó una línea de fuerza, una tensión que reclamaba su desenlace. Creó, pues, una obra de teatro. Fundó su propio tiempo. Y ganó las elecciones de 1980.

De sobra sabía Belaunde que las elecciones las gana el personaje, no el actor. El protagonista de la narrativa tiene vida propia en la imaginación de los electores. Todo lo que el actor tiene que hacer es tratar de no traicionar al personaje con sus propias actitudes. Belaunde se lo explicó a Vargas Llosa en 1990. Como vio que no le haría caso, le dio a entender que la elección ya estaba ganada si lo dejaba administrar al personaje. Llegó a pedirle que desapareciera, que se fuera a escalar el Everest o a hacer un paseo por el Hades, como deben hacer los personajes antes de volver victoriosos. Por supuesto, MVLl no hizo caso. Sobreactuó, le quitó tensión a la obra, malogró la línea de fuerza.

El candidato que quiera destacar en la carrera del 2021, que es la de fondo, debería entender que el personaje que la obra requiere hoy es al que señala con el dedo acusador y denuncia a los futuros parlamentarios del año y medio. El pueblo los detesta de antemano y con razón, puesto que no serán sino más de lo mismo. Parásitos del pueblo, podrá llamarlos si quiere. El elector aplaudirá disimuladamente, como foca. Es lo que se espera de él. Ahí está la línea de fuerza.

Jorge Morelli
21 de enero del 2020

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