Carlos Adrianzén
La democracia como prerrequisito
Hemos tenido demasiados dictadores y presidentes corruptos
Esta vez enfocaremos lo democrático en el Perú actual. Y lo vincularemos con nuestros niveles efectivos de subdesarrollo económico. Enfocaremos a los gobiernos y a la data observados entre los años sesenta y el año pasado. No es una buena idea quedarse embaucado en la superficie. Enredado en la narrativa de una historiografía errada.
Iniciemos esta conversación por lo primero: el vocablo Democracia. Éste, como muchos otros –léase: izquierda, derecha, felicidad, et al– registra definiciones a gusto del cliente ideológico. En esta larga (y continuamente ajustada) lista de definiciones de lo que sería la democracia, me quedo con la definición Rikeriana. La Democracia no implicaría llanamente la voluntad popular (esto sería puro populismo), requiere imponer límites al electo. Requiere que el electo no pueda abusar.
En un ambiente con institucionalidad prostituida (donde usualmente se repite que el poder que no abusa… no sería poder), la elección popular, generosamente calibrada, se usa como sinónimo de Democracia. Para justificar dictaduras y mercantilismos en toda la región. Desde Caracas y La Habana hasta Lima. Pero la elección popular no es unívocamente democracia. Y nótese, además. La existencia de altos grados de democracia implica un alto desarrollo económico. Y viceversa.
Que hablen los datos
En esta líneas, al enfocar las estadísticas sobre variables políticas y económicas del país, buscaremos visualizar la conexión entre los grados de democracia y de desarrollo económico de las doce últimas administraciones peruanas (i.e.: desde Velasco hasta Boluarte) –ver Tabla Única-. Etiquetadas algunas como gobiernos democráticos, impropiamente. Y etiquetadas otras como dictaduras o autocracias, propiamente.
Allí, estimado lector, la unidad de tiempo (y en las tres figuras adjuntas) será el promedio anual del periodo respectivo para cada variable. Una plena democracia implica altas libertades, estricta separación de poderes y una excelsa gobernanza estatal. Una dictadura, en cambio, requiere una inexistente separación de poderes, arbitrario cumplimiento de la Ley y una gobernanza prostituida. Pero, de esto último, ningún politólogo local habla, ni por casualidad.
Llegados a este plano cabe reconocerse lo inevitable. Aunque esto resulte también olímpicamente ignorado en discusiones académicas y cotidianas sobre la materia. En el Perú, la conexión asumida entre la Democracia y el Desarrollo Económico colisiona con la data. Y es que, tanto la vigencia de una Democracia Plena cuanto un nivel siquiera cercano a la frontera de desarrollo económico resultan algo esquivo en el Perú republicano (y antes).
No solamente no somos –me refiero al lapso 1960-2023– una plaza en Desarrollo pujante; tampoco configuramos una democracia sólida o siquiera aceptable. En ambos planos los deterioros institucionales de largo plazo y los declives macroeconómicos, son visibles estadísticamente (ver Figura A).
La explicación para esto resulta algo sencillo e histórico. Es sencillo porque, los índices de libertades (separación de poderes, corrupción y eficacia burocráticas, et al) desde que se miden, registran alta opresión. Así las cosas, usando un índice de Opresión (teniendo como referencia el irrespeto a la propiedad privada), por ejemplo, el primer gobierno de Fujimori caería dentro del espectro ideológico del socialismo mercantilista; Mientras que las once administraciones restantes, dibujan recurrentemente espectros socialistas leves.
Así como resulta un engaña muchachos referirse al socialismo de mercado, la democracia socialista no retórica, al oprimir a los ciudadanos, no es una Democracia. Y, además, regresando a los doce casos aludidos, todos aplicaron alguna mezcla de socialismo y mercantilismo.
Recetas económicas caracterizadas por el fracaso y la corrupción burocrática.
Y es también algo histórico, debido a lo interiorizado de los dos antecedentes en el Perú republicano. El Tahuantinsuyo (socialista) y el Virreinato Español (mercantilista). Como el gráfico referido lo muestra, el desarrollo económico peruano es bajo (relativamente no llegamos al décimo del PBI por persona de un estadounidense), así como el respeto a la Democracia (contrastado en el bajísimo grado de cumplimiento de la Ley. Para que nuestros amigos de Naciones Unidas se atrevan a sugerir que el desarrollo peruano es alto tienen que idearse un figurín, denominado injustamente Índice de Desarrollo Humano.
La segunda figura –B– captura su explicación. Somos –desde hace mucho tiempo– una nación de gentes que experimentan una reducida libertad económica y política. Pero que asume lo opuesto.
Según las estadísticas de la londinense Freedom House, la opresión política peruana nos remonta a los tiempos de la dictadura militar setentera y resulta además creciente –con alguna contracción temporal en los tiempos del Fujimorismo–. Si, además, dibujásemos la evolución paralela del índice de libertad económica de Heritage Foundation, las cosas se profundizan.
Nada es casual ni en términos de nuestra Democracia de papel, ni en términos de nuestro exiguo Desarrollo Económico. Resulta pues sugestivo, por decir lo menos, que los hechos desautoricen en forma clara nuestras creencias.
No respetamos lo democrático (i.e.: en términos de separación de poderes, combate a la corrupción y eficacia burocrática o voz y participación). A pesar de ello, no pocos culpan a lo que no tenemos –plenas formas democráticas– de nuestros inconvenientes o subdesarrollo. Sueltos de huesos, abogan e incluso exigen de una mano firme (léase, otro dictador o autócrata o al menos un ejecutivo con mayoría congresal).
Una mano firme –léase: un mayor grado de opresión– a nombre de perseguir causas nobles como un mayor Orden Público, la distribución de nuestras supuestas Riquezas o algún otro detalle de la revolución molecular neo marxista. Y esta repiten mis amigos rojos “ya que la libertad no se come”. Pero la data los desautoriza sin anestesia.
La libertad sí se come. A mayor libertad política o económica, mayor PBI por persona, mayor inversión privada o menor pobreza. Ya tuvimos demasiados refundadores de la Nación (Velascos, Vizcarras, Castillos, etc.). Todos fracasados. Todos corruptos. Notemos que una dizque democracia a lo cubano o venezolano, que le roba sus libertades económicas o políticas a los ciudadanos, es solo una hedionda dictadura.
Bendita sea la plena democracia
Una democracia de papel es una desgracia
Téngalo claro estimado lector. Para que la Democracia se asocie al desarrollo económico esta debe erradicar la narrativa neomarxista. No debe ser de papel. Debe estar acompañada de instituciones que respeten escrupulosamente la ley y la separación de poderes. No debe tolerarse la corrupción e ineficacias burocráticas, ni las micro, ni las macro. No debe de aceptarse, ni la Violencia ideológica, ni el quiebre del Orden Público. Todo, con un estricto respeto a las libertades ciudadanas, los derechos civiles y los de propiedad privada.
Nada de iluminados, ni de salvadores. Nada de chinos, ni alans, ni violentistas, ni lagartos, ni dinas, ni pashminas. Nada de ayuditas empresariales, ni burocracias salvadoras… a lo Petroperú.
Debemos ser –todos– ciudadanos exigentes sosteniendo nuestra libertad con fundamento en nuestro Himno Nacional. Ya estuvo bien de tibios.
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