Delia Muñoz

Integridad electoral y plebiscito

Algunas dudas en torno al proceso electoral

Integridad electoral y plebiscito
Delia Muñoz
20 de enero del 2020


Al igual que ustedes, las últimas décadas de mi vida están marcadas por los grandes procesos políticos y electorales, donde hemos visto (en mi caso la mayoría de las veces en posición minoritaria) diversos fenómenos electorales: el encanto de la juventud, la pasión por la tecnología, la lucha contra la corrupción, la reinvención económica, la apuesta por el cambio y la experiencia tecnócrata. Y en cada quinquenio hemos transitado de la ilusión a la decepción, con un saldo de cuestiones pendientes a nivel de gestión estatal, pues se ganan las elecciones con una propuesta que usualmente no se cumple.

Con dudas, preguntas y resquemores iré a votar el próximo domingo, pues no se puede permitir que la apatía y el desánimo nos hagan más irresponsables ni dejar a otros la selección de nuestros representantes en el Parlamento. Más aún si en la ponencia del magistrado Ramos en los considerandos 216 y 217 –sobre la disolución del Congreso– se dice: “la ciudadanía mediante un voto informado, tiene la posibilidad de manifestar su voluntad en las urnas y, contribuir a solucionar la tensión política que se ha generado”. Y agrega “que el resultado de las urnas, pueda por lo menos, acercarse a ser un reflejo respecto de la aprobación (o no) de este acto”. Y reitera que “corresponderá a la ciudadanía (…) determinar con su voto, si es que aprueba (o no) políticamente la medida adoptada por el presidente de la República”. 

Sobre mi experiencia y las recomendaciones constitucionales, expreso algunas dudas en torno a este proceso:

La selección de candidatos, que los partidos políticos nos ofrecen, responde a la imagen que puedan ofrecer para “jalar” votos. Poca militancia y menos ideología es lo que se aprecia. Increíble, pues un Estado, una República, “debería” sustentarse en un modelo hacia donde deseamos llegar. Acá parece ser que el único objetivo es llegar, pero a la Plaza Bolívar o a la Casa de Pizarro. ¡Ya ni hablar de la depuración realizada por el JNE, donde únicamente se afectó derechos de algunos y no se revisaron los papeles que tenían delante!

Los planes de Gobierno. Es obligatorio elaborarlos y presentarlos; en mi caso leerlos. Muchas veces voté en función a ellos, para luego darme cuenta de que no se aplican y que tanto los congresistas como los funcionarios designados en el Ejecutivo no los conocen, menos lo respetan. Entonces, se debe aprender a tomar nota y seguir la ruta que ejecutan, para pedir rendición de cuentas.

La propaganda electoral. Con la nueva ley vigente, solo el Estado –o sea el Poder Ejecutivo– puede realizar propaganda política electoral en radio y televisión. Entonces, estamos en este proceso, prácticamente en la oscuridad y en el aburrimiento. Vamos a ir a elegir sin conocer mayormente las ideas, solo leyendo el Twitter y viendo algunos pocos carteles por las calles. Uno de los puntales de un proceso electoral lo constituye la información y, el Estado no viene cumpliendo con las normas de difusión que el actual gobierno propuso y ganó en un referéndum. Claro, entiendo que se deseaba poner fin a la danza de millones de las campañas anteriores, en los medios de radio y televisión, para sacar adelante una campaña. Pero si el oscurantismo es la opción, me preocupa más todavía.

El voto electrónico. Es un mecanismo que viene siendo aceptado en el mundo en forma unánime, pues levanta suspicacias el control del voto ciudadano y la auditoría del sistema mismo. En estas elecciones se va a implementar un sistema que no ha sido auditado por las fuerzas políticas que participan, lo cual implica un voto de confianza, a estas alturas de nuestras vidas, difícil de realizar. Hay que tener presente que en países como Suiza o Australia se escoge la modalidad del voto, y en ambos casos aproximadamente la mitad de los votantes lo escogió. En Francia, Canadá y España, en grandes líneas, se puede decir que se utiliza para aquellos ciudadanos que no pueden concurrir personalmente. En Alemania no se aplica y en Estados Unidos solo se utiliza en Florida y Virginia Occidental. Esta información mucho más ampliada la pueden encontrar en el portal de scytl.com, organización dedicada a la promoción de la democracia y a proporcionar tecnología apropiada a los procesos electorales.

Finalmente, quiero poner de relieve que desde las épocas del surgimiento del derecho, y luego de los códigos, se vino utilizando como un referente la figura del pater familias, como un concepto que implicaba que aquel que lideraba un grupo humano familiar, debía cumplir en forma cabal las responsabilidades que le competían. Hoy podríamos hablar de la “cabeza de la familia”, para analizar su conducta personal y pública en relación con el respeto de los valores que nuestra peruana sociedad democrática exige, antes de concederle nuestro voto. Más aún si nos encontramos en una situación de plebiscito constitucional.

Delia Muñoz
20 de enero del 2020

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