Manuel Gago
¿Hasta cuándo se impondrá el miedo?
Descartada la ciencia acompañada de fe

Los ciudadanos han comenzado a protestar contra el uso de mascarillas en lugares abiertos; y en provincias, contra los excesos policiales y municipales que reprimen a las personas que no usan tapabocas en vehículos privados. Asimismo, protestan contra la imposición de la vacuna y prohibición de ingresar a lugares públicos si no se exhibe el carné de vacunación. ¿Quién garantiza que el documento no es falsificado? Como se sabe, un 50% de la población se resiste a ser vacunada. Razones existen.
Este escenario, contrario a las libertades individuales, ya había sido previsto durante la primera ola de contagios de Covid-19. Después de dos años de pandemia hay suficientes evidencias para sostener que el virus mata, pero matan más las políticas orientadas a crear miedos y represión. Las investigaciones científicas no son publicitadas. En agosto del año pasado, científicos consultados por The New York Times confirmaron que tarde o temprano la mayor parte de la población sería contagiada y la “inmunidad del rebaño” –de manera natural– vencería a la pandemia. No obstante, hoy se dice que la vacuna sirve para acelerar esa inmunidad incluso en personas cuyo sistema inmunológico es capaz de resistir el ataque de cualquier virus, bacterias, hongos, parásitos y más.
Asimismo, también han señalado que las personas que sufrieron neumonía y otras afecciones virales han desarrollado anticuerpos de manera natural (células T). Igualmente, que los europeos fallecidos por Covid-19 tenían niveles de hasta cero de vitaminas D y B12, necesarias para fortalecer el sistema inmunológico. ¡El sol es la principal fuente de vitamina D! ¿Esto no sabían los “científicos” que acompañaron a Martín Vizcarra? ¿Y tampoco que la sal es un elemento purificador y alcalino que evita la multiplicación de virus? ¿Cuántos trabajadores salvaron sus vidas bebiendo remojados de matico (desinflamante y antiséptico)? ¿Por qué se hizo mala propaganda y prohibió la Ivermectina, antiparasitario potente que en dosis adecuada –como todos los medicamentos– salva vidas? Muchísimas más preguntas sin absolver por ir contra las políticas sanitarias establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y acatadas a pie juntilla por las autoridades sanitarias nacionales.
La manera como se enfrentó la pandemia ha sido determinante para saber quién sobreviviría al virus chino. Lo que hizo Vizcarra fue absolutamente incorrecto –hasta criminal– y tendrá que responder en los tribunales por las 200,000 personas fallecidas. El encierro acompañado de miedo causó la mayor cantidad de muertos –proporcional– en el mundo. Y Pedro Castillo, con la imposición de la vacunación, avala la continuidad de las políticas de sometimiento.
Soy asintomático y he sufrido asma y neumonías desde mis cuatro años, tres de gravedad en los últimos diez años. Comencé la pandemia con una bronquitis mal curada. No obstante, un mes antes de terminar la cuarentena absurda ya estaba en las calles y sin mascarilla. Estuve en Las Malvinas, Ceres, Gamarra, Mercado Central, Comas y Lince, lugares señalados de alto contagio intentando vivir de manera normal. En Paruro (el mercado eléctrico y electrónico más importante del país) un hombre que atendía sin mascarilla me dijo sin tapujos que “murieron los que tenían que morir”. Farid Matuk, del comando Covid, convocado por Vizcarra, fue acribillado mediáticamente por una posterior y similar declaración. Antes, durante la cuarentena, su gran error fue recomendar la salida de las personas a la calle, un día los hombres y al otro las mujeres.
¿Hasta cuándo el escenario deprimente de deportistas, niños dentro de vehículos privados y parejas enmascarados? En el peor momento de la pandemia se burlaban de quienes optamos por la prevención natural. La ciencia acompañada de fe y un mínimo de racionalidad han sido totalmente descartadas por el otro 50% de la población.
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