Antero Flores-Araoz
Fronteras cerradas
La importancia de la política internacional de los gobiernos de Fujimori y García
Hemos conmemorado importantes eventos internacionales, respecto a nuestras relaciones con Chile y Ecuador, celebrando que con ellos quedaron cerradas definitivamente las fronteras con los países limítrofes. Esto redundará en un mejor intercambio comercial, interconexiones viales, movilización de personas y mercancías, solidaridad y comprensión entre vecinos y muchísimas otras ventajas recíprocas.
Lo que no se ha destacado como es debido, es que la paz con Ecuador se logró en gran medida por la valiente decisión tomada por el expresidente Alberto Fujimori de enfrentar el problema, al igual que la determinación de Alan García de someter nuestro diferendo marítimo con Chile a la Corte Internacional de La Haya fue lo conveniente.
Tanto Fujimori como García, contaron con excelentes cancilleres que ayudaron en la tarea, como Fernando de Trazegnies, Eduardo Ferrero y José Antonio García Belaunde, este último conductor de nuestra Cancillería los cinco años de ejercicio presidencial de Alan García, lo que es más que destacable por su singularidad además de la eficiencia acreditada. Los presidentes del Congreso en ambas situaciones, contribuyeron al respectivo respaldo parlamentario. Ellos fueron Víctor Joy Way y Luis Gonzáles-Posada. Nuestra población, incluyendo la prensa, ha sido bastante ingrata con los artífices del cierre de nuestras mencionadas fronteras y de los cimientos para la paz perenne. Poco, mejor dicho poquísimo, se ha dicho del papel desempeñado por Fujimori y Alan García.
En el caso de Fujimori, sus conversaciones y negociaciones con el entonces presidente ecuatoriano Jamil Mahuad llegaron al nivel de excelencia, enfrentando los problemas satisfactoriamente y, el 26 de octubre de 1998 se suscribió el acuerdo de paz entre ésas dos naciones hermanas, aunque debemos culminar la tarea con la carretera a Tiwinzay los dos centros de navegación y comercio en la Amazonía.
En el caso de Alan García, entendió la imposibilidad de cualquier acuerdo conveniente con Chile, quien seguía en la posición que los Tratados de Ancón y de Lima de 1883 y de 1929 habían terminado con los pendientes y que para el tema marítimo bastaban las Declaraciones de Santiago y de Lima de 1952 y de 1954, suscritas entre Chile, Ecuador y Perú, que fijaban su dominio marítimo en el Océano Pacífico. Por ello tomó la decisión, riesgosa por cierto, de someter el asunto a un tribunal de justicia, como es la Corte Internacional de La Haya, pues pese a tenerse la razón, no siempre los tribunales te la otorgan, como ya todos sabemos.
Pero además, en el segundo gobierno de Alan García, o sea el bueno, se completaron las decisiones que resolvieron los diferendos territoriales con Ecuador, fijándose la línea limítrofe marítima entre ambos países, acordes con el Derecho Internacional, lo que indiscutiblemente ayudó también en las deliberaciones de la Corte de la Haya, cuyo décimo aniversario de su sentencia estamos conmemorando.
A nuestro juicio lo más destacable en la relación de Chile y Perú, es que se zanjaron problemas de muchos años y que ambos países han aceptado la decisión jurisdiccional de la Corte Internacional de La Haya. Si bien no se ratificaron en su totalidad las pretensiones peruanas, se puso punto final al problema, con el inconveniente del trazo limítrofe marítimo que afecta la pesca artesanal en nuestros departamentos del sur y que, cuando los tacneños entran al mar, ya no están en mar propio.
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