Arturo Valverde
Estimado socio
Gobierno actuar como “socio” de las grandes empresas

Es evidente que el programa de reactivación económica impulsado desde el Gobierno ha beneficiado principalmente a las grandes empresas, con millones de soles que, supuestamente, debían servir para evitar que sus cadenas de pago se rompan y puedan preservar los puestos de cientos de trabajadores. Pero en diversos casos ha resultado todo lo contrario. Existe una ola de despidos injustificada.
El pequeño y el microempresario han sido postergados por un Gobierno que parece actuar como “socio” de la derecha o “representante” de las grandes empresas. Defendió a las AFP, intentó limitar el acceso a los fondos de pensiones de los trabajadores e impulsó una medida como la suspensión perfecta de labores. Nadie se opone a las grandes inversiones, pero se suponía que las medidas debían alcanzar o priorizar a los más vulnerables. En cambio, al pequeño emprendedor se le asfixia y al grande se le arroja un salvavidas millonario. No parece muy justo.
Se anunció la reducción de sueldos para los altos funcionarios, pero se hizo a regañadientes –sin contar que se pasaban la pelota entre ellos- y solo por un par de meses. Debería ser una reducción permanente frente a la crisis económica que casi todos vemos, menos aquellos a cargo de las finanzas del Estado.
Y siguiendo con la gastada estrategia de culpar a los gobiernos anteriores para encubrir la falta de resultados, una vez más volvieron a culpar a la segunda gestión aprista por una resolución ministerial derogada y ratificada durante la gestión de Ollanta Humala. Además, se culpa al doctor Óscar Ugarte, de 75 años, quien no puede ni defenderse porque tiene Covid-19. De repente la comparación puede ser exagerada, pero si a Leguía le lanzaron una granada estando postrado en su cama, no debería sorprendernos estas actitudes.
Se dice que la situación del Perú es comparable a la pos guerra con Chile, en 1883. Yo siento que estos cuatro años hemos tenido un poco de todo lo malo que le puede suceder a un país como el nuestro: tuvimos un poco del Fujimori de abril de 1992 y de la interpretación auténtica, la ineficiencia humalista, mezclada con la mitomanía de Alejandro Toledo. Sin duda, el cóctel ha sido mortífero.
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