Santiago González Díaz
El sistema impone su lógica
Pero el sistema puede modificarse de una manera gradual
El título se refiere a una frase común en boca de muchas personas y que expresa el punto de vista de quienes entienden que la realidad se desenvuelve en un contexto estático e imposible de cambiar. Se trata de una creencia arraigada, que supone el convencimiento de que los sistemas institucionalizados han organizado la vida del ser humano de una manera automática, programada diariamente y con tales restricciones, reglas y normas que borran cualquier posibilidad de escapar a ellas, debiendo aceptar los lineamientos establecidos.
El ser humano nace sin elegir el lugar y el momento en la historia. Por su contexto está condicionado pero no significa que esté determinada eternamente su suerte y futuro. Nuestra conciencia se va formando a medida que crecemos: desarrollando la capacidad de discernimiento, construyendo nuestro carácter y ampliando las posibilidades de decisión. Cada instante de nuestra vida supone decisiones mediante las cuales aceptamos o no nuestra condición social, siendo la realidad determinada más por nuestra actitud y acciones concretas que por las circunstancias que nos tocan vivir.
Los sistemas tienen una historia que trasciende a las mismas personas; sin embargo, son susceptibles de ser modificados por la voluntad humana, puesto que son creación de ellos mismos. Su legitimidad se sustenta en la creencia firme y generacional de que dicho ordenamiento soluciona las necesidades sociales; esta aceptación inconscientemente supone un conformismo que nos vuelve incapaces de dirigir nuestra acción a mejorar nuestro entorno.
Platón graficó nuestra situación de inconsciencia con su mito de la caverna, demostrando que nuestro acostumbramiento nos lleva al conformismo y evitamos conocer nuevos mundos. Tratamos a quienes imaginan la posibilidad de crear otras realidades como extraños y, algunas veces, hasta el punto de excluirlos socialmente.
Los sistemas pueden modificarse, pero su cambio se trata de un proceso gradual que influye sobre las costumbres; son estas las que consolidan la viabilidad de los sistemas. Ninguna sociedad puede funcionar sin un entramado de valores que sirvan de justificación del ordenamiento social. El espíritu de las leyes de Montesquieu demostró que los sistemas de gobierno se sostienen sobre valores que movilizan toda la organización burocrática y justifican su funcionamiento, al tiempo que determinan al organismo encargado de administrar el poder.
Este complicado entrevero que acabo de escribir sirve para concluir que la realidad en la que vivimos nos toca circunstancialmente; no es algo fijo, se encuentra en constante cambio y por tal motivo es pasible de ser modificadas. Nuestra vida es dinámica, pero somos capaces de volverla estática mediante el conformismo. Por ello, la resignación y aceptación, si bien son alternativas, no deben ser reglas común en la mente de las personas. Nuestra capacidad para modificar la realidad está latente, pero debe tomarse la decisión de hacerlo, y comprometerse en la búsqueda de nuevos resultados.
Santiago González
















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