El pecado original

Gobernar en contra de la mayoría parlamentaria

La historia sirve para explicar el presente interpretando el pasado. Así también, en política es útil recordar los hechos que antecedieron a los actuales. En las recientes elecciones presidenciales PPK ingresó a la segunda vuelta por muy poco margen de diferencia respecto a la candidata de la izquierda radical, por el apoyo de simpatizantes de otros candidatos, que consideraban un mal mayor la sola posibilidad de que Verónika Mendoza ingresara a la cédula electoral junto con Keiko Fujimori. Así, se convirtió en candidato de todos aquellos que preferían no votar por la candidata de Fuerza Popular, logrando una apretadísima victoria.

En verdad, no existían diferencias notorias entre los dos programas de gobierno, y posiblemente muy pocas entre los equipos profesionales, siendo en realidad unas elecciones muy alentadoras de cara a la estabilidad política y económica, de la mano del actual modelo económico como acuerdo fundamental. Lo lógico era que, concluida la campaña y una vez conocido que el ganador lideraría el gobierno y la otra candidata el Congreso, se establecieran mecanismos eficaces para la consulta de proyectos y medidas para desarrollar un programa gubernamental común.

Pero el ganador no pudo desprenderse de los asesores de campaña, quienes cultivaron el sentimiento antifujimorista para obtener el voto indeciso y el voto de izquierda, y vendieron al presidente electo la idea de que solo tenía dos posibilidades: a) convertirse en un presidente pelele de la mayoría parlamentaria, o b) gobernar sobre la ola del antifujimorismo. Para ello le ofrecieron un apoyo mediático convenientemente seducido por la millonaria publicidad estatal; y el compromiso de las izquierdas de no atacarlo, sino defenderlo de la predecible hostilidad del fujimorismo. Coincidió con este planteamiento la necesidad de concertar compromisos puntuales con los ex presidentes Alejandro Toledo y Ollanta Humala, por la prolongada gestión ministerial con el primero y el evidente agradecimiento con el segundo.

Queda expuesto así el pecado original que impide que la lógica política se imponga en el Perú. Pues en un presidencialismo con importantes injertos parlamentaristas, cualquier presidente de la República está obligado a construir una mayoría parlamentaria. Lo ideal es que sea del propio partido, como lo que intentará hacer el recientemente elegido Emmanuel Macron en Francia, gracias a que la primera vuelta legislativa tiene fecha posterior a la segunda vuelta presidencial. De esa manera, puede invocar la necesaria gobernabilidad para pedir los votos necesarios para los candidatos de su nuevo partido.

En el Perú, en cambio, el presidente Kuczynski debió trabajar políticamente un programa gubernamental con quien tiene la mayoría absoluta, concertando los objetivos principales y las medidas para realizarlos. Pero eligió la confrontación como identidad de su mandato, a pesar de no encontrar la llave que le permita comenzar una verdadera gestión de gobierno. Por eso ha quedado encadenado a la agenda fraccionada e irrelevante que le imponen sus ocasionales aliados y a los peligrosos vaivenes del escándalo brasileño, sin poder controlar a ninguno de ellos.

Finalmente, a un hombre inteligente y capaz, que ha tenido una presencia influyente en los últimos cuarenta años de la política peruana, lo peor que le podría pasar es que califiquen su mandato como un nuevo quinquenio perdido.

Ernesto Álvarez Miranda