Manuel Gago

El discurso de un rey

Vizcarra reina, pero no gobierna

El discurso de un rey
Manuel Gago
14 de abril del 2019

 

Hace poco más de un año desde que Martín Vizcarra asumió la presidencia de la República. ¿Cuántos mensajes a la nación ha pronunciado y en cuántos de ellos anunció al país alguna iniciativa novedosa que no fuera su trillada y supuesta lucha contra la corrupción?

Con el discurso del pasado jueves, una vez más ha quedado en evidencia la ausencia de recursos por parte de Vizcarra para llevar adelante las reformas fundamentales (economía, de Estado, salud, educación) que el país necesita. La mayoría de electores votó en las presidenciales de 2016 por políticas distintas a las propuestas estatistas y antimercado de la izquierda peruana y del marxismo del siglo XXI. En este contexto, la popularidad de Vizcarra cae porque los peruanos se están dando cuenta de lo que significa el Estado burocrático del Gobierno vizcarrista, que no atina a modificar el estancamiento del país. En el último año se acentuó todo lo que significa popularidad y populismo: combinación nociva.

Si la aprobación de Vizcarra se desmorona no es por la oposición política que le tiene tirria. En todo caso, si fuera así, ¿significaría que sus adversarios políticos —es decir, el aprismo y el fujimorismo— están vivitos y coleando, y que mantienen su influencia en sectores importantes de la población? Si fuera el caso también, los titulares y los contenidos de las noticias y de los comentaristas de la gran prensa tradicional no han surtido el efecto que esperaba el gobernante y su corte palaciega. Es decir, no han logrado arrinconar al periodismo libre del país que sobrevive sin cobrar un solo sol por publicidad estatal, como sí lo hace la prensa ayayera de Vizcarra.

El rey reina, pero no gobierna. En el último discurso, Vizcarra pretende hacerle creer al país que los principales “logros” de su gestión son la disminución de la pobreza durante 2018, de 1.2% respecto al año anterior, y el crecimiento del la producción de 4%, en lugar de 2.5% del 2017. ¿Qué hizo el Gobierno de Vizcarra para ofrecer estas cifras anémicas? Absolutamente nada. La economía nacional está en modo estacionario. No existe ninguna iniciativa concreta para reducir la informalidad que afecta a más del 70% de la Población Económicamente Activa (PEA).

Vizcarra no le cuenta al país que Nelson Chui, el nuevo jefe de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), ha vuelto a confirmar que solamente se ha invertido entre el 10% y 15% del presupuesto estimado, de S/ 20,000 millones, en las obras de reconstrucción. El mandatario también obvia el reporte de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), que señala el incremento de cultivos de coca en el país. En Puno, de 4,562 hectáreas dedicadas en 2016 al cultivo de coca, se ha pasado a 6,492 hectáreas en 2017. ¿El satélite comprado para el Estado por Pedro Cateriano, ex premier del humalismo, no ha detectado ese incremento?

Vizcarra le tiene que contar al país qué está haciendo para mejorar la economía y para atraer inversiones, que son el elemento fundamental para reducir la pobreza, el desempleo y la informalidad. En sus mensajes, el mandatario debería informar sobre el “acompañamiento” que prometió impulsar desde el Estado para viabilizar las inversiones estancadas. El país debe conocer en qué situación está el yacimiento de litio encontrado en Macusani (Puno) y por qué los proyectos hídricos en Paltiture (entre Moquegua y Puno) y Majes Siguas II (Arequipa) continúan entrampados. Asimismo, explicarle al país qué hace su Gobierno para destrabar la Ley de Promoción Agraria y la nueva Ley Orgánica de Hidrocarburos.

Vizcarra debería indicar con qué aportes ingeniosos participa para mejorar la situación del país. Las retahílas alrededor de la lucha en contra de la corrupción ya han cansado. La población demanda resultados y no propuestas relacionadas con la lucha contra la inseguridad ciudadana, el incremento de la anemia y la aparición de la tuberculosis pulmonar. Además, demanda trabajo formal y estable.

Su excelencia, el mandatario, debe saber que el montaje de las detenciones judiciales por asuntos políticos, que le dieron popularidad, ya ha terminado. Los encarcelamientos de los adversarios no han resuelto los problemas nacionales. La gente exige reformas reales, visibles y contundentes, y no cascarones ni maquillajes disfrazados de “reformas”.

 

Manuel Gago
14 de abril del 2019

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