Manuel Gago
El desprestigio del Frepap
Afirmaciones sobre “Estado teocrático” son exageraciones

Los medios de comunicación vinculados al vizcarrismo ya iniciaron la demolición del Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap). Pretenden dividir, ridiculizar y reducir a una de las agrupaciones más votadas en la reciente elección congresal. El objetivo es allanar a la representación nacional. El ideal del mandatario de facto, Martín Vizcarra, es un Parlamento dócil a sus mandatos. ¿En verdad usted cree que el fundamentalismo bíblico de los seguidores de Ezequiel Ataucusi es un peligro para la estabilidad democrática, las libertades y el respeto a las minorías no creyentes y militantes de los movimientos de liberación sexual? ¿O es un fantasma ideado para desviar la atención y atemorizar a la muchedumbre inadvertida?
Observadores políticos y científicos sociales han señalado que el voto obtenido por el Frepap no es legítimo por haber surgido del descontento popular y rechazo a la elección promovida por Vizcarra. Además, cuenta el ausentismo de más de cinco millones de electores y una media de 30% de votos emitidos en blanco o viciado. Es decir, ¿cómo entender que el voto hepático, momentáneo, pasional, insuficiente y sin sustancia ideológica por parte de sectores grandes de la población puede significar un peligro serio para la sociedad peruana y su manera de entender la vida?
Por siglos, y con el sustento del Estado, la iglesia Católica no ha logrado desestabilizar las costumbres de la sociedad peruana opuestas a los evangelios. De habérselo propuesto, tampoco hubieran bastado los púlpitos dominicales, aun cuando el catolicismo controla numerosas parroquias, movimientos juveniles, colegios, organizaciones de caridad, radioemisoras y canales de televisión en todos los rincones del país. La organización romana no ha frenado el avance del alcoholismo y embarazo adolescente, tampoco el consumo de drogas y menos las costumbre de la mentira y el robo, que caracterizan en gran medida a los peruanos. Tampoco lo han logrado las iglesias evangélicas presentes en los distintos estratos de la sociedad. ¿Cómo así la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (del que surge el Frepap) sería un peligro para la civilidad?
A ciertos periodistas y presentadores de radio y televisión no les interesan los problemas reales del país. De sur a norte escasean los servicios de agua potable y saneamiento, electrificación, conectividad a Internet, vías de penetración a la sierra y selva, educación, salud, seguridad y justicia. El periodismo frívolo y politizado contribuye grandemente a reducir las discusiones peruanas a las dicotomías fujimorismo o antifujimorismo, aprismo o antiaprismo, y corrupción o anticorrupción para distraer a los sectores mayoritarios susceptibles de ser manipulados. Los medios, cada vez más, contribuyen a la banalización de la sociedad sin hacerse responsables de las consecuencias de sus contenidos.
La instauración de un probable estado teocrático por parte de las dirigencias mesiánicas del Frepap es una exageración. El sincretismo caracteriza a la religiosidad peruana. Por siglos, el hombre andino supo adaptar su vida personal y pública a sus creencias y costumbres populares. La deidad bíblica y los dioses andinos han sido incorporados a las costumbres cotidianas y festividades religiosas. Las personas acomodan su vida liviana sin remordimientos, sin culpa por la ausencia de doctrinas que guíen a la personas.
Si desde los púlpitos católicos y evangélicos no se ha logrado la transformación moral del país –que asusta a la inmoralidad de todo pelaje–, ¿qué nos hace pensar que un grupo de “israelitas” con su visión andina del Nuevo Testamento lo hará? La supuesta mano dura por parte de las autoridades que exige la población no será tal hasta que afecte los intereses personales y de grupo. Así es perulandia. Introducir al debate público la posibilidad de un Estado teocrático para el Perú es parte de una estrategia política. El voto de los cholitos evangélicos, que llevaron a la Presidencia al chinito de los noventa, fue una efeméride con consecuencias mínimas para el desarrollo de la sociedad peruana.
Hoy, el Frepap sería la representación del campo, de agricultores y ganaderos, de los 2.2 millones de pequeños productores agrarios que, por justicia, merecen sus curules en el foro político más alto del país. El Parlamento no es solo para los acomodados encopetados que lucen orondos sus títulos obtenidos en universidades de medio pelo.
COMENTARIOS