Jorge Morelli

El 18 brumario de Martín Vizcarra

Es necesario rediseñar el equilibrio de poderes

El 18 brumario de Martín Vizcarra
Jorge Morelli
15 de octubre del 2019


Luego del 30 de setiembre, una vez más el Perú está partido exactamente de la misma manera y por el mismo lugar que lo estuvo el 5 de abril. De un lado de la línea delgada se hallan quienes denuncian que el gobierno ha dado un golpe de Estado y que se ha perdido la democracia. Del otro, quienes están a favor de que el gobierno haya cerrado el Congreso, a pesar de que ha pasado por alto las reglas constitucionales. Hay una contradicción aparentemente insoluble. Hace falta el marco en que esta puede ser absuelta. Ese marco lo proporcionó hace años Samuel Huntington.

Todo comenzó en la Universidad de Yale hace más de 60 años, cuando el profesor Robert Dahl acuñó el término “poliarquía# para referirse a una democracia no digamos ideal, pero sí lo que más puede acercársele sobre la faz de la Tierra. Un tipo-ideal, digamos, según el término de Max Weber. Le siguió los pasos en Yale otro gran profesor español de Ciencia Política, Juan Linz. El problema era la definición precisa del régimen de Francisco Franco. No era un totalitarismo como el de la Alemania nazi o la Rusia comunista. Linz lo llamó autoritarismo. En tercer lugar, un discípulo de ambos en Yale, Guillermo O´Donnell, cerró el triángulo al estudiar por qué las democracias –que llamó delegativas– son débiles e inestables. Se dedicó al análisis de las transiciones del autoritarismo a la democracia.

Huntington reparó en la dinámica del sistema: lo llamó el modelo dialéctico. Involucra el proceso que va de una democracia de baja gobernabilidad –que es la tesis– a incubar su propia antítesis en el autoritarismo. Es un 18 brumario mil veces repetido desde Bonaparte, desde Julio César. Lo más importante, sin embargo, es su posible evolución ulterior. El salto cualitativo es hacia la síntesis de una poliarquía, el marco en el que se absuelve la falsa contradicción anterior. Pero tiene que ser un desenlace deliberadamente diseñado por un ingeniero constitucional.

Sin embargo, ese desenlace no es inevitable. Puede demorar indefinidamente, precisamente porque depende de la decisión política y no de fuerzas mecánicas. Es una trampa en la que una sociedad puede quedar atrapada por décadas –y hasta siglos, como es nuestro caso–, pasando de la democracia de baja gobernabilidad al autoritarismo solo para recaer luego en la democracia de baja gobernabilidad, sin dar nunca el salto hacia una democracia en serio.

Esto es lo que nos pasa desde la fundación misma de la República. Es una falsa contradicción, sin embargo. El modo de resolverla, para escapar de la trampa, es tomar la decisión política de rediseñar el equilibrio de poderes y fundar una democracia en serio, con alta gobernabilidad. Es lo que el Perú debe hacer ahora aprovechando la oportunidad. Es el mismo proceso que siguieron las democracias europeas, muchas solo después de dos guerras atroces. Pero Francia lo hizo en relativa paz, en 1958, con la decisión política crucial de fundar la Quinta República.

Esta debió ser la lección del 5 de abril de 1992 y hace falta todavía que sea, 27 años después, la del 30 de setiembre de 2019. No perdamos más tiempo.

Jorge Morelli
15 de octubre del 2019

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