Manuel Gago
¡Cuidado con los líderes nefastos!
Populismo en crisis económicas y sociales

Se prevé que las consecuencias de la pandemia del coronavirus serán más devastadoras que las de la crisis de 1929. Por entonces, en Estados Unidos la renta monetaria se redujo a la mitad, la producción disminuyó a un tercio y el desempleo alcanzó niveles espantosos en todos los sectores de la población. Cuando la crisis se extendió en el mundo, dejó hambre, miseria y desmoralización.
Sin embargo, el mayor daño fue el surgimiento de personajes nefastos para la humanidad. Uno de ellos, Adolf Hitler en Alemania. La popularidad creciente del político carismático alcanzó Suiza, Austria e incluso algunos sectores de Reino Unido y Suecia. Hitler, líder del nazismo, señaló a los judíos como los causantes de las desgracias de la humanidad y propagó ideales nacionalistas y racistas, enarbolando la pureza de la raza aria. Hoy el marxismo hace lo mismo: usando un lenguaje sesentero, asegura sin evidencias que la pandemia del coronavirus es obra y gracia del imperialismo yanqui y de las corporaciones económicas, con el fin de deshacerse de las personas mayores.
Sin rubor y de manera oportunista, el marxismo del siglo XXI y las izquierdas locales plantean la destrucción del capitalismo y la abolición de las libertades individuales, políticas y económicas. Asimismo, el establecimiento de un nuevo orden mundial después de la pandemia. La zozobra de los sistemas de salud y la ineficiencia en la prevención y neutralización del coronavirus son los pretextos para pretender imponer estados totalitarios –según los comunistas– para salvar a la humanidad y la naturaleza del carácter depredador del capitalismo. Cinismo total. El comunismo cubano organizó el Foro de Sao Paulo, o Grupo de Puebla, con el fin de apropiarse de los recursos naturales de la región latinoamericana. Controla el petróleo de Venezuela y vienen por el cobre y litio de Perú, Chile, Bolivia y Argentina. También por el gas, agua y especies marinas de aguas frías. ¿Fantasía? El coronavirus también lo fue.
No obstante, las lecciones de la historia no son aprendidas correctamente. La población media de 1929 –sin escuela y desinformada– creyó que el capitalismo era el creador del sufrimiento. Hoy, las clases medias –mejor informadas, educadas y con oportunidades– creen lo mismo y demandan más intervención del Estado en el quehacer humano. En respuesta, el socialismo promete una sociedad de bienestar fundamentada en subvenciones y privilegios, controlando la economía nacional. Le hace creer al país que el Estado provee bienestar, y no el ingenio, la laboriosidad y el sentido de competencia y colaboración de las personas, de manera individual u organizada en empresas u asociaciones de toda clase.
En esencia, la inversión privada no es la causante de los males de la sociedad, sino las malas prácticas (subvenciones, privilegios, mercantilismo, regulaciones, burocracia torpe y ociosa…) de la administración pública. El resultado no es otro que la informalidad, la injusticia y el abandono de una larga lista de servicios públicos de responsabilidad estatal. A este escenario se suma la codicia y usura de ciertos capitalistas que no entienden que las fortunas no son legítimas en los espacios de hambre y desesperación. Los héroes de catadura nazi y estalinista surgidos del coronavirus intentarán imponerse mediante el engaño.
La devolución de los aportes previsionales de las AFP a los afiliados es una señal pésima para la sobrevivencia digna de los jubilados, y una magnifica para la acumulación de las fuerzas socialistas contra la democracia débil. Como antes de la crisis de 1929 –los ahorristas reclamaban su dinero a los bancos, descapitalizando las inversiones productivas– los afiliados de las AFP reclaman sus fondos sin entender el fin previsional del sistema. Según Peter Drucker, padre de la administración moderna, los aportes libres –sin coacción– son el mayor activo de los trabajadores y fuente de respaldo financiero y crediticio. Por esta razón, el comunismo intenta bloquear el sistema y la prosperidad de los trabajadores para imponer la dependencia.
Un poderoso sistema único alrededor de una economía dominante, dueña de todos los recursos naturales, es la estrategia en marcha. Tontos útiles, social confusos y conmovidos empedernidos son parte del plan. Estamos avisados.
COMENTARIOS