Manuel Gago
Coronavirus no causa miedo entre los pobres
Dos mundos paralelos se desvelan otra vez

El presidente Martín Vizcarra extiende la cuarentena por cinco semanas más usando palabrería inútil –“nueva convivencia social”– que molesta y cansa a la población. El mandatario hace lo mismo por ausencia de imaginación y agallas. El número de contagiados y muertes continúa aumentando y se presume que las cifras serían más altas a las oficiales. Según Financial Times casi 10,000 personas fallecidas en lugar de 3,373 (22 de mayo) reportados por las autoridades.
Vizcarra ningunea el enfoque comunitario contra la pandemia. El virus se detiene en las viviendas, calles y trabajos, instruyendo y aliándose con la población para evitar el colapso del sistema hospitalario. La experiencia china, española e italiana enseña y se adapta a nuestra realidad. No obstante, la unidad para enfrentar al virus, el círculo de estatistas de Palacio obstruyó la participación de las Fuerzas Armadas, iglesias y sector privado en el planeamiento de la estrategia contra la pandemia. El enfoque de Vizcarra es el miedo, la represión, la entrega de dinero fácil, las compras sin control, los bonos y las contrataciones dudosas. Y sobre todo, culpar a los pobres de su fracaso. Vizcarra acude al populismo y estatismo para pretender frenar la pandemia. Regala dinero, endeuda al país, quiebra la economía, reduce el crecimiento (hasta el 20%) e incrementa la pobreza (en 8% a fin de año).
Con Vizcarra –cero en concepciones científicas y sociales– Perú es campeón en Latinoamérica en gasto: 12% del PBI. ¿Lo que costarían 10 túneles trasandinos para supuestamente detener la pandemia? Y Vizcarra insiste en protocolos de bioseguridad extremos, que frenan la urgente reactivación económica. La minería pequeña, mediana y artesanal –operaciones alejadas de los poblados y hasta confinadas– no cuenta para el Gobierno. Desenganchado de la realidad, el mandatario moqueguano, no enfrenta los problemas ni los cuestionamientos, no corrige errores ni hace esfuerzos para mostrarse como estadista. ¡Que tragedia! Un aventurero de la política ocupa la Presidencia de Perú en momentos de gran dificultad.
El tedioso mensaje del presidente del viernes pasado desalienta. La perorata mostró a Vizcarra timorato, sin brillo e indeciso. Cero en liderazgo. Entonces, un sector importante de la población desobedece y sale a trabajar por razones obvias: o trabaja o muere. Cero en docencia. El Gobierno no proporciona información confiable, completa y oportuna. Las personas se instruyen por sí solas y acuden a su mundo paralelo, distanciado del formal. Por esto, ciertos medicamentos para prevenir el Covid-19 se vendieron como papel higiénico. La población no es tonta, como martín Vizcarra cree que es. En los sectores populares conocen sobre prevención tradicional y curaciones alternativas. Están enterados del tratamiento médico contra la “tormenta trombótica” ocasionada por el virus chino. La automedicación no es novedad y tampoco fue prevista por los “científicos sociales”, los estatistas que rodean al ingeniero Vizcarra.
Las personas sin seguro médico, dinero ni trabajo no pueden pagar consulta médica virtual como cree el sector formal que debe ser. En este escenario de vida o muerte, y susto promovido por los medios de comunicación y autoridades, la hipocresía sobresale. Se insiste señalando que la automedicación –en estos momentos de confusión y muerte– es una práctica que atenta contra la salud de las personas. Mundos paralelos. La manía tan peruana de dividir a la población: si no en virtuosos y corruptos, en obedientes y desobedientes, por quienes –señalan– las muertes continúan en Perú.
El Estado fracasa otra vez pretendiendo asistir a la población. Vizcarra y sus ministros viven en las nubes. Acuden a las zonas populares como turistas. No entienden a la choledad y desconocen de cultura popular, pero discursean sobre inclusión. Hace rato las mayorías le perdieron el miedo al virus chino. Como en los noventa, la población es dueña de su destino. Enfrentó a Sendero Luminoso al conocer sus objetivos totalitarios. Ahora recurren a sus mecanismos de sobrevivencia cuando lo pierden todo: el recurseo de sol a sol.
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