Manuel Gago
Cholito y chinitos
La representación del Frepap es legítima

Durante la semana se ha intentado explicar los resultados de las elecciones extraordinarias al Congreso de la República. Se ha hablado de los pobladores de la sierra y selva, sobre sus carencias y visión del mundo. Horrorizados, los capitalinos acomodados se limitaron a señalar la ausencia de títulos profesionales y laureles personales de los congresistas elegidos por el Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap), como si un cartón a nombre de la nación fuera relevante en el desarrollo de la democracia.
Ni por asomo los científicos sociales se percataron con antelación sobre las victorias del Frepap y etnocacerismo de Antauro Humala. “Voto de rechazo y de protesta”, ha sido el común denominador de las aproximaciones, dejando de lado el propósito del escenario político actual: defender intereses políticos y económicos, y vinculaciones con Lava Jato y otros casos de corrupción. El montesinismo renacido –corregido y aumentado– controla el escenario valiéndose de ciertos medios de comunicación, encuestadoras y waripoleras acostumbrados al auspicio estatal. El desprestigio organizado contra el fujimorismo y aprismo surtió efecto. La cizaña, el morbo y los odios dominan el escenario público. La manipulación del caso Lava Jato ha contribuido con éxito al desencanto de los electores, y distrae al país de los problemas reales (economía, educación, seguridad ciudadana, infraestructura productiva y otros).
Según la progresía –supuestamente experta en el análisis social desde las zonas más acomodadas de la capital–, los votos emitidos representan la nueva ola anticorrupción del elector peruano. Suena bonito. No obstante, por los resultados del proceso electoral, un 25.63% del total de electores –5.79 millones de personas, según la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE)– se abstuvieron de participar del acto electoral, el porcentaje más alto desde la elección 2006. Ya se sabrá en detalle los porcentajes oficiales de los votos blancos y viciados, datos hasta ahora sin divulgación. En este contexto, no tienen mayor significado las representaciones de Acción Popular y del Partido Morado –reducto de la nueva izquierda, fina y bien vestida–, favorecidos ampliamente por las mismas encuestadoras y medios de comunicación interesados en la destrucción de la oposición política.
Es una miopía tremenda asombrarse de las representaciones parlamentarias provenientes de los sectores del campo. Más de 2.2 millones de pequeños productores agropecuarios habitan en la sierra y la selva. Al margen del proceso electoral y sus circunstancias, la representación actual es legítima, encarna la realidad de un país socialmente fragmentado. Como antes del incanato, el antiguo Perú fue ocupado por 200 pequeños reinos que siguieron masticando rencores hasta después de la colonia y el siglo pasado.
Treinta años después la historia se repite. Un chinito ignorado por los medios de comunicación y encuestadoras le ganó las elecciones presidenciales al favorito de la clase política tradicional: Mario Vargas Llosa. Como ahora, los adversarios intentaron todo tipo de ridiculizaciones. El chinito y sus electores fueron denostados por intermedio de faxes recibidos y reenviados, la primera versión de comunicaciones grupales. Mensajes fotocopiados y repartidos con el fin de ridiculizar a los cholitos que votaron por el chinito.
Hoy, supuestas superioridades morales pretenden imponer en el país una línea conductora a la medida del establishment. La política tradicional muta con sus persecuciones y vendettas. En la práctica, carentes de nociones básicas de nación, moralidad y principios democráticos.
Mientras tanto, Vizcarra, el astuto, sigue frotándose las manos. Mira el 2021, como lo miran los acciopopulistas e izquierdistas, alentando la judicialización del adversario político para callar a los distintos y reducir la competencia.
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