Eduardo Vega
Censo sin sentido
Se debe garantizar el anonimato de los entrevistados

Hace algunos días tocaron la puerta de mi casa para realizar el Censo XII de Población, Vivienda y Comunidades. En principio, salí como corresponde para atender al censador o censista, y responder las preguntas del formulario que van siendo anotadas en una tableta, hasta que llegamos a un punto en el que no se pudo continuar con la entrevista. La pregunta que trajo todo abajo: el nombre de mis hijas.
Lo más interesante fue que esos datos considerados por mí como íntimos o personales; más aún porque corresponden a menores de edad, no se limitaban sólo a sus nombres; pues en un intento de continuar con la encuesta sin llegar a brindarlos como reales, le dije que las anote como “Ruperta” y “Anastasia”; y tras entender la cuota de sarcasmo, me indicó que además de los nombres, tenía que darle los correspondiente números de DNI. Ante ello le dije que se daba por terminada la entrevista porque esa información no estoy dispuesto a dársela a nadie.
Antes de que alguien considere que estoy exagerando, y que cometo un error al no colaborar con esas personas, quisiera que se pongan a pensar los siguiente:
Los nombres de mis hijas son datos perfectamente conocidos por el Estado, de hecho están en la base de datos de EsSalud; la cual debe ser quizá la más importante del país, ya que contiene, las remuneraciones, domicilios, centro de labores y contactos de sus aportantes. Si no están en EsSalud, están en el SIS; lo que hace muy residual que no haya información respecto de algún DNI en referencia. Asimismo, el Ministerio de Educación también tiene registrado a qué centros educativos asisten. En consecuencia, si la idea es contar personas, carece de sentido solicitar datos perfectamente conocidos o cotejables, luego de entregado el número del DNI del entrevistado.
Pero si insisten en que lo dicho sigue siendo exagerado, sólo pónganse a pensar si todos los censistas que deambulan por las calles están perfectamente identificados con chalecos morados, no de celeste como correspondería siguiendo los colores del INEI (¿será así porque el Estado prefiere hacer publicidad al Partido Morado antes que a Renovación Popular?), lo que convierte a cada una de estas personas en “blancos”/morados perfectos para que la delincuencia pueda robarles las tabletas y obtener fácilmente la información del barrio de su elección.
No digan que la información no está allí, si hackean los celulares robados y hacen compras hasta en Maputo, tranquilamente pueden entrar al sistema del INEI, y nadie estará protegido. ¿O es que el INEI tiene una indemnización que cubra las pérdidas colaterales correspondiente a la revelación indebida de la información?
La supuesta solución al impase de entregarles información, corresponde a ingresar a un enlace por QR donde se llena la “encuesta”, sin hablar con el censador. Sin embargo, llenar el QR nos cubre del riesgo de ingreso de hackeo o robo del acceso al sistema que he descrito anteriormente, ¿o sí?
Como dato curioso, al inicio de la entrevista (no se si por error) me dijeron que la entrevista era anónima; sin embargo, al momento del desarrollo de la misma, se hace evidente que no es así. Esto me parece un error garrafal, pues si no se garantiza el anonimato de los entrevistados, tampoco la sinceridad de sus respuestas.
Ya para terminar, me puse a revisar las preguntas en la web del estado, y sinceramente creo que hay muchos aspectos innecesarios, como el preguntar a niñas de 12 años si son casadas o convivientes; si por sus costumbres las personas se consideran negras, blancas, mulatas, nikei, tusan, mestizo, etc. ¿Acaso en pleno siglo XXI alguien puede decir que tienes costumbres de mulato, mestizo, o tusan? Poco faltó para que agreguen “chamo”. ¡Eso es racismo puro disfrazado de pregunta! No quiero pensar qué pasaría si se filtra la encuesta de un político, y se observa que al responder no dijo que su raza era peruana.
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